Barragán, referente clave de la arquitectura latinoamericana

CARRERA. Milton Barragán es un referente en la corriente artística del brutalismo ecuatoriano.
CARRERA. Milton Barragán es un referente en la corriente artística del brutalismo ecuatoriano.

Milton Barragán me recibe en su estudio en el edificio Barranco -en la avenida González Suarez-, una de sus creaciones construida a inicios de los 90. “Las mejores obras arquitectónicas siempre se acoplaron de la manera más inteligente al entorno natural o construido”, dice. Escucho, pero solo le comprendo al detenerme en la vista panorámica que ofrece el ventanal a mi derecha, desde el que se entra a una amplia terraza direccionada al este de la ciudad: la cúpula de la iglesia de Guápulo, la ladera, el bosque, la montaña, los valles.

Pienso en las casas de la serie documental ‘Extraordinary homes’ (Hogares extraordinarios), esos lugares de ensueño escondidos en pleno entorno natural, sin desencajar. Algunas de las obras de Barragán, ubicadas en diversidad de locaciones ecuatorianas y compiladas en el registro fotográfico del libro ‘60 Años de arquitectura’ (2018), reconocimiento a la trayectoria del arquitecto, bien podrían formar parte de la serie.

¿Qué hace que una obra arquitectónica sea memorable y que se convierta en un símbolo para la ciudad?
Lo que hace que una obra de arquitectura pueda prevalecer en el tiempo y ser apreciada por su valor artístico, es, en primer lugar, la forma como la creación del arquitecto, que es una gran escultura habitable, encaja dentro del paisaje. Otros elementos importantes son la capacidad del arquitecto de hacer uso de los materiales, las texturas, la luz, la sombra, los límites del espacio y conseguir composiciones fuertes, especialmente en atmósferas como la de Quito, que tiene una luminosidad alta.

Se autodenomina ambientalista, ¿La arquitectura urbana puede ser amigable con el paisaje natural?
El ser humano tiene un tremendo pecado en la actualidad. Las empresas constructoras pretenden hacer grandes utilidades con la construcción de vivienda. En las sociedades que tienen economías muy limitadas, como la nuestra, esa necesidad es sumamente grande. Pero no es vivienda para satisfacer las necesidades de los grupos menos favorecidos lo que más se construye, sino los grandes conjuntos que se publicitan a través de los medios como centros para encontrar la vivienda ideal. En Madrid hay cientos de manzanas de edificios nuevos desocupados, ni siquiera han sido donados a gente pobre. Este problema se repite en muchos países, como Bélgica, Italia y China. Eso es un atentado.

El otro problema es el crecimiento de la población mundial, que exige que las ciudades se vayan agrandando fuera del límite que estaba previsto. Quienes planifican el urbanismo estudian para no rebasar ciertos límites y no dañar tierras útiles para producción agrícola, ganadera u otros usos. En la actualidad, se ha calculado que anualmente se ocupa terrenos en una cantidad de 330 mil km2 por año. Eso equivale a un país como Italia, que se pierde anualmente en construcción que invade el paisaje natural.

¿Cómo lidiar con la sobrepoblación y la marginalidad desde la arquitectura?
La arquitectura es un arte por principio humanista, hecha para mejorar la vida del ser humano. El problema comenzó a notarse con gran intensidad a partir de que terminó la II Guerra Mundial. La tendencia de la población mundial es ocupar las grandes ciudades, y por eso ahora hay miles de ciudades que sobrepasan los 10 millones de habitantes.

En Inglaterra se vio que el problema radicaba en que en las grandes ciudades hay más oferta de trabajo, pero de pronto asfixian la ciudad, se complican los sistemas de transporte, hay pobreza, hay mendicidad, hay migración. Entonces, lo que se hizo fue obligar a las fábricas y empresas a construir ciudades más pequeñas, con todas las comodidades y con oferta de trabajo. Estas nuevas ciudades venían con lo necesario: mercados, hospitales, educación, para no tener que movilizarse. Esto resultó bastante ventajoso.

¿Cómo incide la arquitectura en la conformación de la identidad ciudadana?
Tiene un papel preponderante, porque cuando se adopta la arquitectura como patrimonio de la cultura, el ciudadano se siente vinculado y ama su ciudad, su paisaje, su arquitectura como arte, y esta no es solamente una época de la historia. Estamos viviendo una época moderna, de la electrónica, la vida ha cambiado por estas contribuciones y también así la arquitectura tiene que convertirse en una que no cause daño, que sea amable con el ambiente, que aproveche los recursos de la lluvia, la luz solar, el viento. El ser humano tiene que reinventarse para ser menos dañino para el planeta.

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Las edificaciones ideadas por Barragán ya son parte de la identidad quiteña. Son inconfundibles, como el templo de La Dolorosa (1972) del Colegio San Gabriel, el edificio de Ciespal (1978); el Templo de la Patria (1980), en la Cima de la Libertad; o el edificio Artigas (1972).

No obstante, es poco el reconocimiento hacia la arquitectura moderna en Quito, que queda opacado o minimizado por el énfasis que se presta al patrimonio arquitectónico que data de la época colonial. “La producción de la época del siglo XX, que se llamó arquitectura moderna, ya entregó un patrimonio que debe ser reconocido y protegido”.

Hace un año, el Instituto Metropolitano de Patrimonio (IMP) publicó una lista preliminar con 300 edificaciones construidas entre 1930 y 1980, candidatas a ser consideradas patrimonio moderno. “Eso promete el municipio, ya lleva un año”. (AA)