Ubicarse o colocarse: esa es la cuestión

Juan Aranda Gámiz

Vamos a la tienda de la esquina y nos colocamos al final de la fila, esperando pacientes nuestro turno, pero siempre con el deseo de aprovechar la primera oportunidad para ubicarnos frente al tendero y salir corriendo con el encargo.

Terminamos una carrera y nos colocamos en una lista de espera que amenaza con ser larga, pero pronto decidimos ubicarnos en algún lugar, aunque fuese aprovechando oportunismos y oportunidades.

Acudimos a una boda y nos colocamos en una banca de la iglesia, pero a la hora de ser parte de la instantánea en el altar o de encontrar el mejor puesto en el banquete nos ubicamos rápidamente, echando mano de familiares y conocidos, empujones y compromisos.

Nos colocamos en la sala de espera, con cuerpo enfermo y cara de circunstancia, pero pronto nos desesperamos al ver que hay otros turnos concertados y nos llamamos la atención con una inquietud agobiante, porque el alma insostenible necesita ubicarse en la lista de espera y no se detiene hasta que eres considerado el siguiente.

Siempre balanceamos nuestros esfuerzos, según nuestra preparación y aptitudes, para colocar nuestro currículum en el mercado laboral, pero luchamos por ubicarlo al alcance de quien tiene que tomar la decisión de contratar, caiga quien caiga en el camino.

Soportamos pesos que hemos colocado colgando de nuestros brazos y alrededor de nuestro cuello, amén de los tirones del pantalón de los más pequeños que no nos permiten adelantar un paso más, pero pronto nos percatamos que lo correcto es ubicarlos, para darle espacio a todo y a todos.

Es correcto colocar algo y hacerlo visible, pero ubicarlo es situarlo a un paso del éxito deseado, aunque la moral debiera estar antes que la picaresca y esta no debiera ser el estandarte de un éxito anunciado. (O)