¿Mentiras de Estado?

Salvatore Foti

Es oficial, el Estado ecuatoriano ya no apoya, si es que lo hizo en algún momento, a los familiares del equipo periodístico de El Comercio, ejecutado brutalmente por el grupo criminal liderado por el “Guacho”. Es más, el Gobierno quiere que este hecho histórico quede en el olvido y la impunidad.

A esta conclusión debemos llegar propios y extraños si analizamos que, según las denuncias de los familiares de las víctimas, se les ha dado muy poca ayuda y más bien se les delegó a ellos mismos el deber de buscar e investigar pistas y hechos importantes sobre el secuestro. Una verdadera paradoja.

Para colmo, se pretende demostrar que el secuestro habría ocurrido en Colombia mas no en Ecuador, como si esto deslindara posibles responsabilidades. Hace falta acotar que a Balda también lo secuestraron, presuntamente, en Colombia, y allí sí el seguimiento de nuestro Gobierno fue encomiable y muy determinado.

Realmente duele la indolencia y el cinismo de nuestras autoridades para ayudar a los familiares de las víctimas, quienes a su vez contemplan cómo su propio Estado y su propio Gobierno se han convertido en un impedimento para llegar a la verdad.

Al secuestro de los periodistas se lo manejó mal desde un principio y se lo quiere silenciar bajo el argumento de seguridad de Estado, dando la impresión de que se quieren encubrir hechos e intereses que son, inclusive, más fuertes que nuestras instituciones.

Esta también es una muy plausible conclusión, pues si el equipo fue secuestrado por el “Guacho” y ejecutado el crimen por él, ¿cuál es el miedo de seguir apoyando a los familiares para llegar hasta el meollo del asunto? ¿A qué o a quién se le tiene miedo? Es un pésimo mensaje el que el país le está enviando al mundo.

El mensaje es que nuestras instituciones son rehenes de sórdidos intereses que deciden sobre la vida y la muerte de los periodistas y de los ciudadanos en general. La impunidad reina soberana, garantizada y tutelada por quienes prefieren mentiras cómodas a verdades incómodas. A los ciudadanos lo que nos queda es organizarnos y seguir protestando, caso contrario seríamos cómplices de los victimarios.

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