Los ‘diezmos’ en Ecuador

Jaime A. Guzmán R.

Este problema con una creciente expansión destructiva, es un asunto grave, muy grave, complicado y dramático para nuestro país.

Bastaría repetir que esta vieja forma de corrupción es una lepra, y con esto estaría dicho todo.

Si a todo lo expuesto agregamos que son numerosos los trabajos que demuestran que este tipo de actos, tipificados como cohecho y concusión – tan antiguos y tan arraigados en nuestro medio- constituyen una de las formas más “creativas” e inverosímiles de corrupción que es capaz de desencadenar una hecatombe y que un alto porcentaje de los mismos termina en la destrucción de la reputación de las personas, las instituciones y la de un país, nos hace pensar que hay que proceder con el máximo de prudencia en toda maniobra que emprendamos para frenar los efectos del mal.

Conocemos que es muy difícil o embarazoso aniquilar este fenómeno. No obstante, la lucha que están emprendiendo los medios de comunicación, las universidades, la fiscalía y otras es encomiable.

Celebramos la iniciativa de dichas entidades públicas y privadas, tanto por los méritos de la tarea de prevención como de erradicación que vienen emprendiendo.

En estas circensitas- pienso- que debe existir una “red”, no solamente para atrapar a los “diezmeros” (el que recibe y el que los paga) tomando acciones penales contra ellos, como se creía antes, sino para implementar operaciones de supervisión, de auditoras internas permanentes, designando asambleítas y asesores de experiencia y sobre todo y ante todo con suficiente formación ética-moral y obviamente con amplia práctica de valores que es lo que da sentido a la vida, que atajen estas prácticas indeseables.

¡En esta gragea se encuentra el secreto para cambiar esta realidad! (O)