Por primera vez en la historia

Jaime Durán Barba

Hasta hace diez años había normas claras que debería cumplir un candidato ganador, entre las que estaba que su porcentaje de opiniones positivas tuviera una relación de al menos dos a uno con las negativas. En las últimas elecciones de casi todos los países esto se volvió imposible. La imagen de los dos candidatos presidenciales de los Estados Unidos en la última elección fue más negativa que positiva. Todos los personajes políticos de México tuvieron saldo negativo, con la excepción de AMLO, que apenas logró un empate.

Si comparamos los números de los políticos brasileños en la campaña de 2010 con los actuales, todo se derrumbó. Ni Fernando Haddad ni Jair Bolsonaro tuvieron las cifras de muchos políticos de ese entonces. Pasa lo mismo con casi todos los personajes políticos de Colombia, Paraguay, Venezuela, Ecuador, Argentina, México, Estados Unidos, Chile, Uruguay o El Salvador. Una crisis de esta dimensión no puede explicarse por hechos aislados de cada realidad nacional, obedece a un problema general.

En el caso de los gobiernos la situación es dramática. En el segundo año de gestión, su aceptación cae de manera pronunciada. Los números de Mario Abdo en Paraguay, Lenín Moreno en Ecuador o Sebastián Piñera en Chile caen en picada. Es inverosímil que un mandatario con los números de Nicolás Maduro en Venezuela siga al frente del Estado.

Llama la atención el desplome de Iván Duque, que compró un libreto popular en el círculo rojo que suele llevar a la hecatombe: apliquemos de inmediato un paquete de medidas económicas brutales echándole la culpa al antecesor. Los que hicieron esto quedaron chapoteando como patos rengos el resto del período. Los electores actuales eligen mandatarios para que solucionen sus problemas, no para que les cuenten que el anterior era malo.

Hay una crisis de confianza en todas las instituciones que tradicionalmente habían sido emblemáticas, como la Iglesia Católica, los medios de comunicación, los partidos políticos, el Congreso, la Justicia. En todos los países cerca del 80% de los electores dice que estaría menos dispuesto a votar por un candidato apoyado por cualquier partido. Bolsonaro ganó sin el apoyo de ningún partido, AMLO enfrentando al PRI, al PAN e incluso al PRD.

La mayoría de los apoyos de organizaciones políticas quitan votos, como lo experimentó Geraldo Alckmin en Brasil. La Iglesia Católica está en crisis. Por primera vez en la historia Brasil y México, los dos países católicos más poblados del mundo, eligieron presidentes evangélicos. Para la gente común el mensaje que ensalza la pobreza y dice que es malo consumir cae frente a la teología de la prosperidad de los evangelistas.

* Profesor de la GWU. Miembro del Club Político Argentino.

(Fuente www.perfil.com).