Malas palabras

Pablo Ruiz Aguirre

Llegué al trabajo el otro día y en la oficina de talento humano tenían una actividad particular: quien decía una mala palabra -supongo en base a la experiencia laboral de vivir al 100 por ciento de estrés – pagaba 25 centavos. Pregunté ¿qué es una mala palabra? Para ver si debía unos 100 dólares o estaba con el saldo en contra. Me respondieron: ¡eso, lo que todos consideran que es una mala palabra! Quiero ejemplos dije, como cuando uno dice «ch…» o «Hu…..» o «p….” me dijeron. (Pongo puntos suspensivos porque todos los que leen pueden completar) ¿Cuáles más dije? ¡Esas las que todos dicen que son malas palabras! volvieron a responder.

Mientras subía a mi oficina pensaba “el lenguaje se construye día a día”. Es más, nuestra manera de pensar se crea día a día y podemos llegar a aceptar las cosas que nos son dadas como un niño que espera su chupete para no llorar. Aceptamos tanto las cosas que hasta las verdaderas malas palabras han perdido su contenido y reprochamos a veces lo banal. Pero pensé ¿cuáles sí podrían ser no solo malas palabras sino también malas oraciones en nuestros tiempos en vez de decir «p….»? ¿A qué si deberíamos esperar que todo mundo considere una mala palabra u oración?.

Malas palabras y unidas serían por ejemplo «dame una manito para este puesto», » yo lo hago porque así lo hicieron», «si nadie me ve, nada pasa», «si no me afecta no me importa». Malas palabras en monosílabos serían: «si» cuando tenemos la obligación de decir no. «No» cuando todos podríamos dar apertura. Otras también serían “Tal vez” cuando no es momento de dudar. “Jamás” cuando la relatividad siempre está presente.

Malas palabras serían: «arreglemos» cuando quiero infringir la ley. «No fui yo» cuando no quiero asumir mi responsabilidad. «la culpa la tiene el sistema…» cuando critico y no propongo. «Yo sé cómo es» cuando el criterio ajeno nos puede enriquecer. «Mañana» cuando el tiempo que tengo es el del presente.

Malas palabras serían: «yo solo camino» cuando todos debemos al menos intentar volar. «Te odio» cuando el amor sin adjetivo alguno debería primar. “Yo” cuando “nosotros” debería ser nuestra bandera. Algunas más formales, pero malas serían los títulos “doctor, ingeniero etc., por ejemplo” cuando la forma de ser y hacer debería importar más. Ojalá viéramos las verdaderas malas palabras y oraciones. (O)

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