Navidad sin José

Gabriel U. García T.

Este 2 de diciembre no fue un día cualquiera para Carlos. Hace tres años hallaron el cuerpo de José. Después lo enterraron sin que nadie sepa. ¡Tres años! ¡Cómo cambió todo!

El 11 de diciembre de 2014, la policía fue a la casa del finado. Revisaron todo, hasta dejar las cosas patas arriba. La viuda y los hijos vieron, con desesperación, como buscaban pistas en su hogar. Rosa, madre de José, se sentó sobre una piedra, afuera de la casa, puso la mano en la pena y, con su mirada extraviada, pensó en esta pesadilla. Perdió a su hijo y ahora la ley estaba allí, con ojos inquisidores.

La prensa nacional recogió el hecho. El Comercio dijo que el allanamiento fue para “…incautar evidencias, vestigios, armas que podrían constituir elementos de prueba de un presunto delito”.

Hicieron dos autopsias. En la primera dijeron que se había ahogado. En la segunda que fue estrangulado y arrojado a las aguas del Chuchumbletza. Eran tiempos de fiesta, de amor, de paz, de reconciliación.

Se acercaba Navidad qué, ese año, fue diferente. En la mesa faltó él, con su gorra naranja y su camisa de rayas. Nada volvió a ser igual. Tristeza e ira reinaron esa noche.

Hubo juicios, gente absuelta, mucho revuelo. Esto no calmó la pena de Rosa, ni la de Carlos, ni la de los hijos.

La madre, sabe que era un hombre bueno. ¿Por qué matarlo?

Su hermano, piensa que no solo asesinaron a José, también clavaron un puñal en el corazón de Rosa que, cada diciembre, vuelve a sangrar recordando al hijo. Porque, en estos crímenes, no solo hay una víctima, quedan los hijos, los hermanos, las viudas, las madres.

No importa lo que se sirva en la mesa, se notará vacía. Ojalá fuera una pesadilla. Ojalá se hubiera ido de viaje y estuvieran esperando su retorno. Pero no, allí está su tumba. Por lo menos consiguieron saber dónde está el cadáver.

Cuando nació lo bautizó con el nombre del esposo de la Virgen María. José Tendetza, para que se entienda bien. Al crecer se hizo dirigente de su pueblo, los Shuar, defensor del agua y de la tierra.

Esta Navidad no comerá en casa. Tampoco Froilán Jiménez, pero esa es otra historia triste. (O)

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