Sucesos de la vida real

Hubo una época en que los adivinos florecían como actores esenciales en las pesquisas de robos, como el palo santo para evadir a los espíritus maléficos.

Esta analogía se mantiene con menos vigor y casi de modo igual, existiendo cientos de personas que ejercen dicha actividad con un gran porcentaje de credibilidad.

Creyente de esta práctica fue un lojano de apellido Patiño, quien a su hijo Luis le certificaba que por el trabajo de un augur, logro “conocer” a la persona que robó sus pertenencias.

Contrariando la opinión de su padre, Luis no creía en tales acertijos. No obstante, fascinado por los cuentos de su papá, decidió acudir a los servicios de un adivino, a quien le preparó una trampa: inventó un supuesto robo, para probar si realmente sabía adivinar.

Terminada una de las sesiones, el brujo hizo ingresar a Luis a su oficina. El mago era un hombre de apariencia abotargada y tenía prisa, ya que tenía algunos clientes en espera.

-Estoy a su disposición- le dijo el brujo.

-Luis le narró la mentira: El 10-10-2016, personas que desconozco ingresaron a mi domicilio y se llevaron mis bienes.

Rehuyendo los ojos de Luis, mirando hacia el techo, el adivinador, lentamente como si recitara, testifico:

-¡El ladrón es su vecino!

Cuando terminó de hablar el brujo, Luis sin temor ni piedad le dijo:

-¡Mentira! A mí no se me robaron nada, todo lo inventé para probar si usted adivinaba.

-¡Largo de aquí!- gritó el brujo.

Luis hizo un gesto de reproche y abandonó el lugar.

Hasta donde me alcanza el entendimiento, creo que este tipo de charlatanería es un engaño evidente que viene a instituirse en un fraude, delito que debería ser perseguido, ya que existen personas que se aprovechan de la ignorancia y creencia de otros para obtener un lucro. (O)