Fraude social

Giovanni Carrión Cevallos

Ecuador durante la última década vivió un espejismo. Se creó la falsa idea de un país diferente, con instituciones modernas y fuertes e incluso, en algunos aspectos, se llegó a posicionar la condición de ser referentes en el mundo en temas de vanguardia, como la administración de justicia, aspectos laborales, tratamiento constitucional para el ámbito medioambiental, etc., según lo difundió en su momento el oficialismo con hartazgo a través del enorme aparataje propagandístico.

No obstante, tan pronto terminó el régimen correísta, el actual Mandatario –de la propia corriente de los APs- viene desnudando, cada día, una realidad diferente a la que nos presentaron los marqueteros de Carondelet. Se trata de una economía en serios aprietos que debe cargar en sus hombros –léase las espaldas del pueblo- la pesada cruz de la deuda y de un modelo primario exportador del que seguimos dependiendo, en tanto el cambio de la matriz productiva no fue más que otra de las farsas que se alimentaron.

Y eso no es todo. La corrupción, esa bestia apocalíptica que se extiende cual metástasis por el ámbito público y privado, hoy se visibiliza y sale a flote. Su inmundicia se la puede percibir dada la acción valiente de periodistas internacionales y nacionales, así como por las evidencias proporcionadas por organismos de investigación del exterior que hablan de una de las épocas más opacas y repugnantes de la República ecuatoriana, tanto por la afectación en la calidad de nuestro sistema democrático (con detrimento de las libertades fundamentales) como por la crisis de valores que se vive.

El correísmo, con el paso de los días, va quedando como uno de los momentos más nefastos que ha vivido el país. Corresponde al morenismo, con entereza, cambiar esa tragedia nacional. (O)

@giovannicarrion