La ficción presupuestaria municipal

Patricio Valdivieso Espinosa

Hasta ahora no se entiende cómo fingieron un presupuesto que de un año a otro (2014 a 2015) como por arte de magia se duplicó de 51 a 102 millones de dólares. Claro que nadie creería los engaños de que existe “autogestión”, o que por la amistad con el gobierno central nos transfieren extras. Sin embargo, el pretexto, fue que se incrementaban los ingresos por los créditos relacionados con regenerar, pero los años siguientes (2016 y 2017) al mantenerse los irreales y ficticios montos en la proforma, hay dudas que deben ser despejadas cuando se transparente y publicite las cifras reales.

¿Cuáles son los fines que conllevan a inflar los presupuestos? ¿Qué necesidad tienen de mentirse con esta ficción? ¿Acaso se busca engañar a los organismos financieros públicos e internacionales, para acceder a créditos forzados? Partamos de hechos reales: es oportuno recordar que, en el caso de Loja, un altísimo porcentaje, por no decir, casi todo el presupuesto, es acaparado mediante impuestos, tasas, contribuciones, multas y tarifas por los deficientes servicios públicos prestados; de ahí que, sobre endeudarse, solo ahonda el descalabro económico de las familias lojanas que terminamos pagando, sin importarles que estamos hasta el cuello de deuda pública, profundizando la escuálida situación financiera.

¿Cómo se viene llenando esas ficciones? A través de la permanente subida de impuestos municipales: predial, valoración de la tierra, plusvalía, alcabalas, registros, patente, entre otros; inflando las tasas por servicios administrativos de manera desproporcionada; cobrando las mejoras, de manera descomunal entre el valor real gastado por el municipio y el pagado por el ciudadano; y, como si fuera poco, no solo se cobran multas por todo, se imponen y se inventan valores descarados. Todo esto para inflar simuladamente el presupuesto, y alterar los parámetros que se requieren para ser sujetos de crédito.

No estamos en contra de las obras de relumbrón, pero éstas no deben imponerse en base a los caprichos creados por la voraz intención de acceder a las caudalosas contrataciones, peor seguir cometiendo el error garrafal de no priorizar las obras urgentes. El Municipio es un simple ejecutor de obras, obras que termina repagando la gente. Tal parece, que el modelo de ciudad de los tradicionales se basa en una simple administración, que tiene una marcada ambición por endeudar al ciudadano. (O)

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