Los aspirantes a la presidencia, en su mayoría, se centraron en propuestas generales y en mantener posiciones polarizadas, dejando de lado el consenso necesario para enfrentar la crisis social y política que atraviesa Ecuador.
El 19 de enero, Ecuador fue testigo de un esperado debate presidencial en el que participaron los 16 candidatos a la presidencia. Este ejercicio democrático, que se extendió por casi cuatro horas, contó con un formato de tres preguntas temáticas que los candidatos respondieron en 90 segundos en los campos de seguridad, eficiencia del Estado y el crecimiento económico.
Santiago Pérez Samaniego, docente de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de la Universidad Técnica Particular de Loja (UTPL), señaló que el debate fue un ejercicio valioso dentro de la democracia ecuatoriana, pero que su formato no permitió un análisis profundo ni una confrontación efectiva de ideas. A su criterio, la falta de preguntas más específicas y la escasa interpelación entre los candidatos impidieron que el debate cumpliera con su potencial de ofrecer claridad sobre cómo resolver los grandes problemas del país.

La polarización del debate
De acuerdo con Pérez, una de las características más notables del debate fue la polarización que persiste en el panorama electoral ecuatoriano entre ‘correísmo’ y ‘anticorreísmo’.
Agrega que tanto Daniel Noboa como Luisa González parecieron adoptar un enfoque cauteloso durante el debate, evitando entrar en confrontaciones o en detalles que pudieran generar controversia. Por otro lado, otros aspirantes como Andrea González y Henry Cucalón, tuvieron momentos clave durante el debate, pero sus intervenciones no lograron superar la polarización entre los principales contendientes. El catedrático señaló que, a pesar de sus momentos destacados, estos candidatos no lograron conectar con el electorado más allá de sus bases ideológicas, lo que hace difícil que puedan convertirse en una alternativa real o tercera vía a la dualidad entre Noboa y González.
A criterio de Santiago, Ecuador atraviesa un momento crítico en el que la política ya no se percibe como un espacio para el consenso y la resolución de conflictos, sino como una lucha entre sectores opuestos. Esto se refleja en la falta de alianzas estratégicas entre los partidos políticos y en la pluralidad de candidatos que no logran ofrecer una solución única a los problemas del país.
En cuanto a la democracia, señala que Ecuador presenta una insatisfacción del 87% en el funcionamiento de las instituciones democráticas, un dato alarmante que refleja el descontento de la ciudadanía con el sistema político actual. Esta tendencia es aún más pronunciada a nivel regional, donde el apoyo a la democracia ha disminuido significativamente en los últimos años.
Ausencia de propuestas viables
Uno de los puntos más críticos que surgió durante el debate fue la falta de propuestas claras y viables para resolver los problemas más urgentes de Ecuador. El docente universitario destaca que el país enfrenta una grave crisis de inseguridad, una economía debilitada y una creciente insatisfacción con la democracia. Sin embargo, muchos de los candidatos no ofrecieron respuestas concretas sobre cómo abordar estos desafíos.
También subrayó que, aunque el debate cumplió con el objetivo de dar espacio a los candidatos, los temas tratados fueron demasiado generales y no profundizaron en las soluciones necesarias. En particular, la pregunta sobre el juicio penal de menores por delitos graves fue vista como una medida revictimizante, considerando la reciente tragedia de los cuatro niños de Las Malvinas, en Guayaquil.
El impacto del debate y la estrategia postdebate
Aunque el debate no ofreció respuestas definitivas, se espera que los equipos de comunicación de los candidatos utilicen el postdebate como una oportunidad para fortalecer sus posiciones ante el electorado.
Pérez sugirió que el impacto del debate en las encuestas será limitado, ya que los candidatos más beneficiados, como Daniel Noboa y Luisa González, ya capitalizan una gran parte del apoyo popular.
Finalmente, enfatizó que el debate presidencial del 19 de enero dejó claro que, aunque la democracia ecuatoriana está funcionando, los mecanismos de participación política siguen siendo limitados en su capacidad para generar soluciones efectivas. Si bien los candidatos no lograron ofrecer propuestas contundentes que pudieran resolver los problemas más urgentes de Ecuador, el debate dejó al descubierto, una vez más, la profunda polarización que caracteriza el panorama electoral del país.
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