El Doctor Pedro Velasco Espinosa expuso su postura a este medio. Nos relata:
No pretendo referirse al artefacto consistente en una vejiga seca que se infla como una pelota, a la cual, a veces, se coloca en su interior pequeñas semillas o piedrecitas que al golpearse contra las paredes internas de la bolsa, producen un sonido hasta cierto punto similar al que produce un tambor.
Tampoco es mi deseo hablar del personaje de la celebración tradicional de Atuntaqui, Inocencio Ishpapuro, quien, vestido de traje y con una máscara, preside la comparsa en el desfile “Banco, bando, bando” y hace el deleite de su público.
Mis apuntes de hoy se enfocan la solapada gestión del opaco ministro del Trabajo, de apellido Isch, quien, en aparente reciprocidad a su exculpamiento de parte de una Asamblea de esbirros, “de la noche a la mañana” descubre que un miembro del Consejo de la Judicatura, nombrado en el 2019, estuvo impedido o inhabilitado para tal designación. Con semejante descubrimiento, ni corto, ni perezoso, acude a la pocilga llamada Cpccs, denunciando esta añosa “irregularidad”. Como era de suponerse, ese engendro creado como “brazo ejecutor” de cuanta patraña pasaba por la cabeza del “prófugo”, destituye al Vocal.
Harto sospechoso el celo del ministro graduado en Harvard. Posesionado hace casi un año y en el umbral mismo de irse a casa, su cerebro recibe -quizá por la proximidad del Pentecostés- una lengua de fuego que, como a los Apóstoles, lo nutre sobre un hecho sucedido cuando él ni siquiera pensaba en ser servidor público. ¡Oh milagro! La mente del ministro se ilumina y de pronto descubre una irregularidad.
Menos mal, que la torpe y artera artimaña de quienes la idearon, fracasa estrepitosamente. La presidente del Consejo de la Judicatura, es terminante al indicar que la remoción de Murillo –a mi criterio, injusta- “no representa riesgo para la administración de justicia, ni para la estabilidad de ningún órgano o autoridad de la Función Judicial”, según noticia del diario El Comercio, de hoy.
Inocencio, se llama el Ishpapuro de Antonio Ante. El de mi análisis, no tiene nada de inocente.