REFLEXIONES SOBRE EL PARO NACIONAL

Con sorpresa e impotencia la sociedad ecuatoriana, sufrió las consecuencias del desmantelamiento de los sistemas básicos de seguridad del Estado inferidos por el régimen dictatorial de Correa siguiendo las consignas internacionales del socialismo del siglo XXI.

Se ha podido evidenciar la incidencia de los grupos extremistas, que debido a su fracaso en el manejo de la economía, se han convertido en gobiernos totalitarios, como son los casos de Venezuela, Nicaragua, Cuba y Bolivia, como la única manera de permanecer en el poder atropellando el espíritu mismo de la democracia.

Los activistas de la revolución ciudadana percudida por la corrupción, desesperados por la acción de la justicia, han cabalgado sobre el descontento popular incitando a la desestabilización de un régimen formado por las facciones mutantes de su propia etiología, hoy considerados traidores del modelo brutal de la época ganada.

Las estructuras políticas existentes, han demostrado su falta de ética y cohesión cívica para pensar racionalmente en las medidas que obligatoriamente deben aplicarse para salvar la economía nacional destrozada por el dispendio y la corrupción correista.

Hemos visto con estupor como se manejó la sicología de las masas para sembrar el terror ante una sociedad inerme y desprotegida por quienes tienen el deber de prodigarla como son esencialmente las fuerzas armadas: policía y ejército nacional, maniatadas por leyes conculcadoras de su espíritu institucional.

Los hechos acaecidos, develan un país fraccionado sin rumbo y sin destino, donde las organizaciones indígenas amalgamadas por la CONAIE, tiene un discurso altisonante y turbulento plagado de odios mantenidos al rescoldo que exhiben un racismo al revés, incompatible con los principios de la democracia y del humanismo. En nuestro Ecuador a pesar de las inequidades sociales, los indios, negros y mestizos, siempre hemos tenido acceso a una libre e innegable superación individual.

Con sorpresa e impotencia la sociedad ecuatoriana, sufrió las consecuencias del desmantelamiento de los sistemas básicos de seguridad del Estado inferidos por el régimen dictatorial de Correa siguiendo las consignas internacionales del socialismo del siglo XXI.

Se ha podido evidenciar la incidencia de los grupos extremistas, que debido a su fracaso en el manejo de la economía, se han convertido en gobiernos totalitarios, como son los casos de Venezuela, Nicaragua, Cuba y Bolivia, como la única manera de permanecer en el poder atropellando el espíritu mismo de la democracia.

Los activistas de la revolución ciudadana percudida por la corrupción, desesperados por la acción de la justicia, han cabalgado sobre el descontento popular incitando a la desestabilización de un régimen formado por las facciones mutantes de su propia etiología, hoy considerados traidores del modelo brutal de la época ganada.

Las estructuras políticas existentes, han demostrado su falta de ética y cohesión cívica para pensar racionalmente en las medidas que obligatoriamente deben aplicarse para salvar la economía nacional destrozada por el dispendio y la corrupción correista.

Hemos visto con estupor como se manejó la sicología de las masas para sembrar el terror ante una sociedad inerme y desprotegida por quienes tienen el deber de prodigarla como son esencialmente las fuerzas armadas: policía y ejército nacional, maniatadas por leyes conculcadoras de su espíritu institucional.

Los hechos acaecidos, develan un país fraccionado sin rumbo y sin destino, donde las organizaciones indígenas amalgamadas por la CONAIE, tiene un discurso altisonante y turbulento plagado de odios mantenidos al rescoldo que exhiben un racismo al revés, incompatible con los principios de la democracia y del humanismo. En nuestro Ecuador a pesar de las inequidades sociales, los indios, negros y mestizos, siempre hemos tenido acceso a una libre e innegable superación individual.

Con sorpresa e impotencia la sociedad ecuatoriana, sufrió las consecuencias del desmantelamiento de los sistemas básicos de seguridad del Estado inferidos por el régimen dictatorial de Correa siguiendo las consignas internacionales del socialismo del siglo XXI.

Se ha podido evidenciar la incidencia de los grupos extremistas, que debido a su fracaso en el manejo de la economía, se han convertido en gobiernos totalitarios, como son los casos de Venezuela, Nicaragua, Cuba y Bolivia, como la única manera de permanecer en el poder atropellando el espíritu mismo de la democracia.

Los activistas de la revolución ciudadana percudida por la corrupción, desesperados por la acción de la justicia, han cabalgado sobre el descontento popular incitando a la desestabilización de un régimen formado por las facciones mutantes de su propia etiología, hoy considerados traidores del modelo brutal de la época ganada.

Las estructuras políticas existentes, han demostrado su falta de ética y cohesión cívica para pensar racionalmente en las medidas que obligatoriamente deben aplicarse para salvar la economía nacional destrozada por el dispendio y la corrupción correista.

Hemos visto con estupor como se manejó la sicología de las masas para sembrar el terror ante una sociedad inerme y desprotegida por quienes tienen el deber de prodigarla como son esencialmente las fuerzas armadas: policía y ejército nacional, maniatadas por leyes conculcadoras de su espíritu institucional.

Los hechos acaecidos, develan un país fraccionado sin rumbo y sin destino, donde las organizaciones indígenas amalgamadas por la CONAIE, tiene un discurso altisonante y turbulento plagado de odios mantenidos al rescoldo que exhiben un racismo al revés, incompatible con los principios de la democracia y del humanismo. En nuestro Ecuador a pesar de las inequidades sociales, los indios, negros y mestizos, siempre hemos tenido acceso a una libre e innegable superación individual.

Con sorpresa e impotencia la sociedad ecuatoriana, sufrió las consecuencias del desmantelamiento de los sistemas básicos de seguridad del Estado inferidos por el régimen dictatorial de Correa siguiendo las consignas internacionales del socialismo del siglo XXI.

Se ha podido evidenciar la incidencia de los grupos extremistas, que debido a su fracaso en el manejo de la economía, se han convertido en gobiernos totalitarios, como son los casos de Venezuela, Nicaragua, Cuba y Bolivia, como la única manera de permanecer en el poder atropellando el espíritu mismo de la democracia.

Los activistas de la revolución ciudadana percudida por la corrupción, desesperados por la acción de la justicia, han cabalgado sobre el descontento popular incitando a la desestabilización de un régimen formado por las facciones mutantes de su propia etiología, hoy considerados traidores del modelo brutal de la época ganada.

Las estructuras políticas existentes, han demostrado su falta de ética y cohesión cívica para pensar racionalmente en las medidas que obligatoriamente deben aplicarse para salvar la economía nacional destrozada por el dispendio y la corrupción correista.

Hemos visto con estupor como se manejó la sicología de las masas para sembrar el terror ante una sociedad inerme y desprotegida por quienes tienen el deber de prodigarla como son esencialmente las fuerzas armadas: policía y ejército nacional, maniatadas por leyes conculcadoras de su espíritu institucional.

Los hechos acaecidos, develan un país fraccionado sin rumbo y sin destino, donde las organizaciones indígenas amalgamadas por la CONAIE, tiene un discurso altisonante y turbulento plagado de odios mantenidos al rescoldo que exhiben un racismo al revés, incompatible con los principios de la democracia y del humanismo. En nuestro Ecuador a pesar de las inequidades sociales, los indios, negros y mestizos, siempre hemos tenido acceso a una libre e innegable superación individual.