Insisto en un tema

No solo cabe afirmar ser ibarreño como aseverando ser suficiente demostración de apego a la tierra en la que nacimos y quizá, la misma nos acoja cuando ha finalizado nuestra etapa vital; al contrario equivale a mucho más. Esa expresión tan efímera hay que sentirla y hondamente para que fluyan los sentimientos de amor, querencia y respeto a la ciudad en la que vivimos y forjamos la cotidianidad de nuestra existencia, y la que ha acogido altruistamente a tantas personas que naciendo en otros lares gratamente conviven en una sociedad que busca la armonía y el esfuerzo conjunto de sus habitantes en pro de un desarrollo sostenible que permita no solo ser aquella citadina agrupación de hombres y mujeres, que renació de sus cenizas, si no una urbe atractiva, que engalane la vista de quienes la admiran, recorrer sus calles, unas tan antiguas, otras más modernas, visitar sus parques adornados con vistosas flores cuyos colores alegran la visión, conocer sus iglesias que llaman al recogimiento; todo un conjunto alegórico en que se plasma nuestra identidad ibarrense, en que nuestra historia se muestra fidedignamente incólume.

Todo lo dicho suena encantador y profeso que es justamente lo que esperamos de nuestra querida ciudad; pero lamentablemente existen entre sus escondrijos, veredas, casonas inhabitadas, suciedad, excrementos, basura acumulada, guaridas de delincuentes, es decir una Ibarra impregnada de inmundicias mostrando la cara opuesta a los que ambicionamos ser una metrópoli digna de constituirnos en ejemplo para otras urbes. Y lógicamente eso duele a quienes la veneramos; pero sin restar trascendencia a todos los males detallados, conceptúo que el elemento basura es verdaderamente preocupante y vergonzoso; tachos de basura rebosantes, desparramando bazofias, atrayendo a roedores, visibilizándose un enjambre de insectos. Que desconsolador panorama observar que con el viento se forman verdaderos remolinos de desperdicios que se esparcen por doquier. Lo peor sumar a esto la incultura de tanta gente que negativamente aúnan esfuerzos por proliferar más inmundicia y por lo tanto procurar una fatal imagen; desechando aguas infectadas en plena calle, no importa luego el mal olor que se genera. Lanzar desechos sin el menor recato. Las ventanas de los vehículos son el mejor método de deshacernos de aquellos.

Señora Alcaldesa, amiga nuestra, clamamos los ibarreños y toda aquella gente de corazón de este terruño, se resuelva este problema que afea a Ibarra, que se haga campañas ciudadanas de sensibilidad cultural para el manejo de los desechos sólidos. Usted tiene autoridad y quizá lo más importante esa voluntad y afecto que esperamos de nuestras autoridades.

No solo cabe afirmar ser ibarreño como aseverando ser suficiente demostración de apego a la tierra en la que nacimos y quizá, la misma nos acoja cuando ha finalizado nuestra etapa vital; al contrario equivale a mucho más. Esa expresión tan efímera hay que sentirla y hondamente para que fluyan los sentimientos de amor, querencia y respeto a la ciudad en la que vivimos y forjamos la cotidianidad de nuestra existencia, y la que ha acogido altruistamente a tantas personas que naciendo en otros lares gratamente conviven en una sociedad que busca la armonía y el esfuerzo conjunto de sus habitantes en pro de un desarrollo sostenible que permita no solo ser aquella citadina agrupación de hombres y mujeres, que renació de sus cenizas, si no una urbe atractiva, que engalane la vista de quienes la admiran, recorrer sus calles, unas tan antiguas, otras más modernas, visitar sus parques adornados con vistosas flores cuyos colores alegran la visión, conocer sus iglesias que llaman al recogimiento; todo un conjunto alegórico en que se plasma nuestra identidad ibarrense, en que nuestra historia se muestra fidedignamente incólume.

Todo lo dicho suena encantador y profeso que es justamente lo que esperamos de nuestra querida ciudad; pero lamentablemente existen entre sus escondrijos, veredas, casonas inhabitadas, suciedad, excrementos, basura acumulada, guaridas de delincuentes, es decir una Ibarra impregnada de inmundicias mostrando la cara opuesta a los que ambicionamos ser una metrópoli digna de constituirnos en ejemplo para otras urbes. Y lógicamente eso duele a quienes la veneramos; pero sin restar trascendencia a todos los males detallados, conceptúo que el elemento basura es verdaderamente preocupante y vergonzoso; tachos de basura rebosantes, desparramando bazofias, atrayendo a roedores, visibilizándose un enjambre de insectos. Que desconsolador panorama observar que con el viento se forman verdaderos remolinos de desperdicios que se esparcen por doquier. Lo peor sumar a esto la incultura de tanta gente que negativamente aúnan esfuerzos por proliferar más inmundicia y por lo tanto procurar una fatal imagen; desechando aguas infectadas en plena calle, no importa luego el mal olor que se genera. Lanzar desechos sin el menor recato. Las ventanas de los vehículos son el mejor método de deshacernos de aquellos.

Señora Alcaldesa, amiga nuestra, clamamos los ibarreños y toda aquella gente de corazón de este terruño, se resuelva este problema que afea a Ibarra, que se haga campañas ciudadanas de sensibilidad cultural para el manejo de los desechos sólidos. Usted tiene autoridad y quizá lo más importante esa voluntad y afecto que esperamos de nuestras autoridades.

No solo cabe afirmar ser ibarreño como aseverando ser suficiente demostración de apego a la tierra en la que nacimos y quizá, la misma nos acoja cuando ha finalizado nuestra etapa vital; al contrario equivale a mucho más. Esa expresión tan efímera hay que sentirla y hondamente para que fluyan los sentimientos de amor, querencia y respeto a la ciudad en la que vivimos y forjamos la cotidianidad de nuestra existencia, y la que ha acogido altruistamente a tantas personas que naciendo en otros lares gratamente conviven en una sociedad que busca la armonía y el esfuerzo conjunto de sus habitantes en pro de un desarrollo sostenible que permita no solo ser aquella citadina agrupación de hombres y mujeres, que renació de sus cenizas, si no una urbe atractiva, que engalane la vista de quienes la admiran, recorrer sus calles, unas tan antiguas, otras más modernas, visitar sus parques adornados con vistosas flores cuyos colores alegran la visión, conocer sus iglesias que llaman al recogimiento; todo un conjunto alegórico en que se plasma nuestra identidad ibarrense, en que nuestra historia se muestra fidedignamente incólume.

Todo lo dicho suena encantador y profeso que es justamente lo que esperamos de nuestra querida ciudad; pero lamentablemente existen entre sus escondrijos, veredas, casonas inhabitadas, suciedad, excrementos, basura acumulada, guaridas de delincuentes, es decir una Ibarra impregnada de inmundicias mostrando la cara opuesta a los que ambicionamos ser una metrópoli digna de constituirnos en ejemplo para otras urbes. Y lógicamente eso duele a quienes la veneramos; pero sin restar trascendencia a todos los males detallados, conceptúo que el elemento basura es verdaderamente preocupante y vergonzoso; tachos de basura rebosantes, desparramando bazofias, atrayendo a roedores, visibilizándose un enjambre de insectos. Que desconsolador panorama observar que con el viento se forman verdaderos remolinos de desperdicios que se esparcen por doquier. Lo peor sumar a esto la incultura de tanta gente que negativamente aúnan esfuerzos por proliferar más inmundicia y por lo tanto procurar una fatal imagen; desechando aguas infectadas en plena calle, no importa luego el mal olor que se genera. Lanzar desechos sin el menor recato. Las ventanas de los vehículos son el mejor método de deshacernos de aquellos.

Señora Alcaldesa, amiga nuestra, clamamos los ibarreños y toda aquella gente de corazón de este terruño, se resuelva este problema que afea a Ibarra, que se haga campañas ciudadanas de sensibilidad cultural para el manejo de los desechos sólidos. Usted tiene autoridad y quizá lo más importante esa voluntad y afecto que esperamos de nuestras autoridades.

No solo cabe afirmar ser ibarreño como aseverando ser suficiente demostración de apego a la tierra en la que nacimos y quizá, la misma nos acoja cuando ha finalizado nuestra etapa vital; al contrario equivale a mucho más. Esa expresión tan efímera hay que sentirla y hondamente para que fluyan los sentimientos de amor, querencia y respeto a la ciudad en la que vivimos y forjamos la cotidianidad de nuestra existencia, y la que ha acogido altruistamente a tantas personas que naciendo en otros lares gratamente conviven en una sociedad que busca la armonía y el esfuerzo conjunto de sus habitantes en pro de un desarrollo sostenible que permita no solo ser aquella citadina agrupación de hombres y mujeres, que renació de sus cenizas, si no una urbe atractiva, que engalane la vista de quienes la admiran, recorrer sus calles, unas tan antiguas, otras más modernas, visitar sus parques adornados con vistosas flores cuyos colores alegran la visión, conocer sus iglesias que llaman al recogimiento; todo un conjunto alegórico en que se plasma nuestra identidad ibarrense, en que nuestra historia se muestra fidedignamente incólume.

Todo lo dicho suena encantador y profeso que es justamente lo que esperamos de nuestra querida ciudad; pero lamentablemente existen entre sus escondrijos, veredas, casonas inhabitadas, suciedad, excrementos, basura acumulada, guaridas de delincuentes, es decir una Ibarra impregnada de inmundicias mostrando la cara opuesta a los que ambicionamos ser una metrópoli digna de constituirnos en ejemplo para otras urbes. Y lógicamente eso duele a quienes la veneramos; pero sin restar trascendencia a todos los males detallados, conceptúo que el elemento basura es verdaderamente preocupante y vergonzoso; tachos de basura rebosantes, desparramando bazofias, atrayendo a roedores, visibilizándose un enjambre de insectos. Que desconsolador panorama observar que con el viento se forman verdaderos remolinos de desperdicios que se esparcen por doquier. Lo peor sumar a esto la incultura de tanta gente que negativamente aúnan esfuerzos por proliferar más inmundicia y por lo tanto procurar una fatal imagen; desechando aguas infectadas en plena calle, no importa luego el mal olor que se genera. Lanzar desechos sin el menor recato. Las ventanas de los vehículos son el mejor método de deshacernos de aquellos.

Señora Alcaldesa, amiga nuestra, clamamos los ibarreños y toda aquella gente de corazón de este terruño, se resuelva este problema que afea a Ibarra, que se haga campañas ciudadanas de sensibilidad cultural para el manejo de los desechos sólidos. Usted tiene autoridad y quizá lo más importante esa voluntad y afecto que esperamos de nuestras autoridades.