El derecho de nacer

POR: Mariana Guzmán Villena

Es el título de una famosa novela cubana cuyo autor fue Félix B. Caignet. La trama versa sobre la adinerada familia Del Junco, que goza de prestigio social en la capital del isleño país, La Habana. La tragedia llega a esta linajuda familia cuando una de las hijas de don Rafael Del Junco, María Elena, queda embarazada de un hombre que al saber este suceso abandona a su novia, sin antes pedirle que aborte a la criatura engendrada. Como es lógico suponer los perjuicios eran más fuertes que la tolerancia al extremo que el mismo don Rafael solicita igualmente que la hija que ha deshonrado a la familia aborte ese ser que jamás será aceptado. Al negarse María Elena a cometer tal acto, su padre envía a uno de sus peones a dar muerte a su propia hija y aquel nieto inocente que se acurrucaba ya en los brazos maternos. La nana Dolores huye con el pequeño y así lo salva de una muerte segura. Pasan los años y aquel infante rechazado por su propia sangre se convierte en el famoso doctor Alberto Limonta, que por signos de la vida y en el ejercicio de su profesión salva la vida de su abuelo, aquel personaje que ordenó su muerte. Sucintamente he relatado esta célebre novela que adquirió mucha popularidad.

He evocado esta historia plasmada en una obra literaria como consecuencia del debate apasionado entre los que están a favor y los contrarios a que se despenalice el aborto cuando se produjo la concepción como resultado de una violación. Opinar sobre el tema es un asunto extremadamente sensible, pues nuestra legislación protege la vida del que está por nacer, desde su concepción, razón para que nuestra ley penal sancione al o a la que irrumpe esa vida que ha germinado en el vientre de una mujer sin motivo justificable que el mismo COIP prevé. ¿Cuál es el razonamiento de los que esperaban que se despenalice el aborto cuando se ha engendrado por una violación? Que la mujer víctima de este abominable delito no puede cargar por toda su vida un hijo que sin embargo palpita en su seno, que no fue fertilizado con amor, si no brutalmente, y por lo tanto no esperado con ese cariño y ternura maternales. Es como estar permanentemente revictimizada. Conceptuó que cortar una vida inocente es un acto cruel, pues nadie pedimos nacer, menos escoger a quienes nos fecundaron, la suerte intervino en darnos padres responsables, que nos amaron, lo amargo es salir a la luz de la vida víctima de una violación.