El inolvidable Alpargate

Germánico Solis

Grata recordación causa a la intimidad ibarreña, rememorar lugares que fueron en el tiempo referente del turismo, jolgorio, gastronomía y que son carne viva de esa hechura espiritual llamada ibarreñidad.

Los sitios originan convocar los nombres de las personas que hicieron del ingenio auténticas representaciones de este amado suelo. Muchos son los andurriales perdurables, y que los años no han podido desaparecer de la memoria colectiva.

El Alpargate es uno de los parajes que tiene esa característica de inolvidable, quedaba cerca a lo que hoy es el puente que conduce a la ciudadela La Victoria , junto al rubor del río Tahuando y con una vista espectacular al coloso Imbabura. Fueron don Luis Alfredo López Benítez y su esposa la señora Zoila Villalba quienes se empeñaron en construir un nombre y lugar de inevitable visita para propios y extraños.

El quehacer fue sugestión de un tío llamado Gerónimo, conocedor de las confidencias culinarias patrimoniales de nuestros antepasados que comprometían deleite al paladar y sazón al espíritu con música tradicional.

En el lugar se estableció como plato ineludible la oferta de tortillas con caucara, papas, mote chorizo, aderezos y guarniciones que alcanzaron gran popularidad con la complementaria “Chicha Huevona”, fermento elaborado con siete distintos granos maíz y batido con huevo y azúcar. El manjar era servido en platos rudimentarios, y la chicha que reposaba en pondos era servida en una lavacara y tantos pilches como convidados habían.

Los fines de semana y especialmente los domingos deleitaban el ambiente las afamadas orquestas Son Clave de Oro dirigida por el otavaleño Lucho Soto, Costa Azul, y en múltiples oportunidades la orquesta cotacacheño Rumba Bana. El baile y el humor eran parte de las costumbre de aquella época.

De los ocho hijos que tuvieron los iniciadores de El Alpargate, tres perpetúan la legendaria tradición. Ahora son lugares acreditados como centros de eventos y degustación. Se mantienen como El Pondo, Alpargate de los Tejares y La Casa de Alfonso. Y como antes, la población ibarreña e ilustres visitantes no se resisten a la tentación de departir en estos particulares sitios ibarreños