El mito apocalíptico

Daniel Márquez Soares

Imaginemos que un viajero del tiempo o un extraterrestre llega al Ecuador de hoy y que antes de entrar en contacto con la realidad se dedica a escuchar las intervenciones públicas de políticos y personalidades, y a leer los debates en redes sociales. Lo más probable es que, al fin de su investigación, concluya en que ha llegado a una época despiadada, al caótico momento en el que una nación se derrumba y se hunde en la anarquía y el conflicto. Nadie podría convencerlo de lo contrario porque el tipo de mensajes con los que se habrá topado corresponderán a situaciones de ese tipo.

Nuestra discusión suele estar plagada de términos como “crisis”, “decadencia”, “desaparición de valores”, “corrupción”, “indefensión”, “tragedia nacional” o “pérdida de institucionalidad” que deben usarse con mucha prudencia. Magnificamos nuestros problemas y desafíos. Nos encanta elevar todo a “el peor de la historia” o “el mayor de la historia”; “peor crisis de la historia”, “mayor escándalo de corrupción de la historia”, “peor Gobierno de la historia”, etc. Ante semejantes circunstancias, disfrutamos de invocaciones extremas, como “ir hasta las últimas consecuencias”; asegurar que estamos ante la “última oportunidad”, alertar ante un “riesgo histórico” o amenazar con “me pego un tiro”. Es lenguaje que parecería más apropiado para el frente oriental de 1943 que para el soso Ecuador de 2020.

Se ha puesto de moda medir y estudiar la felicidad de las sociedades, los expertos suelen destacar que la confianza en el Gobierno y el grado de generosidad que percibimos en nuestra sociedad son factores que influyen muchísimo en nuestro nivel de felicidad. Por mucho que se goce de libertades o de comodidades, es imposible ser feliz con una espada de Damocles encima, con la certeza de se vive bajo un gobierno voraz y rodeado de compatriotas desalmados, dispuestos a arrebatarnos todo a la primera posibilidad.

¿Por qué impulsar esa falsa idea de que vivimos una época desesperada, si no ganamos más que amargura? Solo sirve para que los poderosos reclamen la carta blanca con la que se suele contar en épocas de extrema urgencia. Por eso la fomentan.

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