Un monstruo en casa

POR: Mariana Guzmán Villena

El hogar es un lugar acogedor por excelencia por la calidez del cariño de quienes lo habitan, por ser el lugar donde disfrutamos del amor de nuestros padres, hermanos y más familiares, en síntesis el hogar es donde crecemos, nos formamos, aprendemos valores, y al cumplirse el destino irrevocable de nuestra existencia dejamos ese nido placentero y nos vamos a formar el nuestro propio, recordando siempre con nostalgia los años de nuestra niñez y juventud, las travesuras que más de una vez impacientaron a nuestros progenitores pero que con el paso de los años son anecdóticos fragmentos existenciales. El hogar sin duda es aquel lugar donde nos sentimos resguardados, con esa convicción de que permaneciendo en él nada nos pasará, es como un puerto seguro en el que se despliegan nuestras vivencias o al que se retorna luego de una tormenta, y se vuelve a sentir ese halo de paz y protección.

Pero es amargo admitir que ese entorno con todas sus características anotadas no es suerte para todos o todas, al contrario muchas veces se refleja la otra cara de la moneda, habitando en un inhóspito espacio donde la violencia se muestra en su real crudeza, donde el recato e ingenuidad de la niñez y adolescencia es abrupta y brutalmente destrozada, y no siempre por padrastros o familiares o amigos allegados a la víctima sino hasta por sus propios padres, es decir por aquel monstruo que la engendró no para darle felicidad y apoyo si no para desgraciarle la vida por siempre, pues el trauma de esta adversidad subsistirá persistentemente en su mente.

Estos casos inspiran sentimientos contradictorios, rechazo y animadversión por el victimario y tristeza y dolor por su víctima. En nuestro país acaba de conocerse que un padre violaba a su hija procreando en ella un hijo y a la vez nieto, y la víctima llevar en su vientre el resultado del oprobio y la maldad paterna, un hijo y al unísono su hermano.

Parece que este tema ya se ha vuelto el pan de cada día como suele expresarse, pero si la prensa no lo denuncia, si no lo conocemos, si no demostramos nuestra rabia e impotencia ante estas monstruosidades, nos volvemos silentes cómplices de estos macabros hechos. Por hoy la justicia y la ley tienen la palabra. Confiamos en su estricta aplicación.