Votar es elegir

José Albuja Chaves

En nuestro país el acto de sufragar en sí es obligatorio para la población que se encuentra empadronada y reúne los requisitos que establece la ley. Pero al depositar el voto el ciudadano asume la responsabilidad de elegir, es decir de escoger y decidir por las mejores opciones y alternativas que se le ofrecen al respecto, con el fin de expresar su voluntad.

Sucede que a nivel nacional se ha creado una corriente epidémica por acceder a las candidaturas que en esta ocasión terciarán para elegir alcaldes, prefectos, representantes parroquiales y, finalmente, los llamados vocales del CPCCS, pues una avalancha de interesados contaminan el ambiente geográfico y político en pos del anhelado objetivo de servir y de servirnos, en el sueño eterno del bienestar, el desarrollo y hasta la felicidad con olor a café y paraíso.

Los ofrecimientos son múltiples, pero eternamente conocidos a la manera de disco rayado, pues las competencias que asumirán son iguales para todos, y con ligeros retoques nos hablan de lo mismo, por lo cual hay reincidentes y nuevecitos como el pan de la madrugada, pero unos conocidos, conocidísimos, y otros supremamente ilustres desconocidos y espontáneos, con ansias locas de arribar al puerto de sus acreencias.

El gasto total, que puede ser inversión empresarial por historia, así como la erogación privada es de ribetes desconocidos, pero brilla el lujo, el papel fino, la tecnología, y lo tradicional en las hojitas volantes, los calendarios, banderitas, sonrisas, abrazos. ¡Todos somos amigos!

Solamente que nunca percibimos de dónde mismo sale el dinero. ¿Es que hay muchos filántropos y donaciones de alta gama? Claro que hay candidatos de baja gama también. Posiblemente ubicados estratégicamente con alguna finalidad.

La ley prohíbe y sanciona el uso de bienes inmuebles públicos para fines de proselitismo político, por consiguiente se espera su cabal cumplimiento.

En fin, el próximo domingo el ciudadano puede escoger, decidir, y hasta votar para botar.