Navidad, momento privilegiado

POR: Ruby Estévez

Para alabar al Altísimo junto al pesebre, debemos hacerlo con fe viva, oración, cánticos; con humildad y sencillez recordando que el Salvador se despojó de todo lujo frívolo y mundano, nació en una humilde cueva en un establo de animales, la mula y el buey que le daban abrigo, calor y que muchas veces los humanos le negamos.

El Dador de todo bien busca nacer en nuestros corazones; no sobre pajas húmedas nos pide calor, una entrega total para que haya paz en nuestras vidas. Cuántos corazones duros no quieren romper las cadenas del pecado para ser libres y disfrutar de su paz, cuántas vendas en los ojos no permiten ver la luz divina; prefieren vivir el amor humano que es egoísta, desleal y variable. Busca nuestro corazón para hacer de él una fuente viva de consuelo y esperanza, es tan fecunda que tiene mucho amor para toda la humanidad.

Desde su nacimiento su afán fue convivir en medio de los hombres como lograr comprender que a pesar de su pequeñez y sus miserias nos ofrece su corazón a cambio del nuestro.

La Navidad es para transformar a tantos seres humanos hoscos; hasta el ambiente, la naturaleza se transforma y es que el nacimiento de Jesús ha penetrado tan hondo en la entraña de la tierra, del hombre; busca un cambio, reclama su cariño sin excepción de razas; él nos mira con mirada de niño inocente, desprotegido, con humildad nos pide caricias, generosidad para no sentir el frío desolador de la ingratitud y el abandono.

Sin embargo de tantas pruebas de amor que a diario nos brinda resulta dificultoso comprender a mucha gente que se atreve a decir que Dios está lejos porque no les mueve la fe; muchos hombres entre excusa y comodidad guardan reservas con el nacimiento de Jesús, no aceptan el diálogo de amor íntimo mediante la oración, no quieren unir su alma con la de él, prefieren vivir en medio de las tinieblas y no saciar la sed en el agua pura fuente de nuestra Salvación. Recibámosle al Verbo encarnado; a Jesús démosle todo nuestro amor como la mejor demostración de que es el tesoro más grande, único que tenemos aquí en la tierra para que nuestra alegría sea eterna.