En la cápsula del tiempo

POR: Mario García Gallegos

A veinte minutos de Ibarra y en medio de un desierto, existe un lugar paradisíaco que conserva el encanto de pasados tiempos, donde esta percepción de la existencia parecería haberse detenido.

400 años de historia se encuentran estancados y en el puntero cenital del gran reloj de la geografía ecuatorial, donde el mundo se escinde en dos hemisferios que la sabiduría ancestral lo utilizó como lugar para sus ritos, en el gran anfiteatro custodiado por las moles inmensas de los Andes, en la avenida de los volcanes.

Al nororiente de Ibarra y su lago de sangre, se alzan los farallones de Aloburo y Yuracruz formando el estrado para mirar al cielo y al paisaje terrígeno, dividido en dos escenarios grandiosos y alucinantes.

Un camino empedrado y zigzagueante, que discurre entre los lomeríos sarmentosos y desérticos, nos llevan a la hacienda de Pimán, antiquísima heredad cuyos orígenes se remontan a la época del coloniaje, que en magnitud, abarcaron las cordilleras de Angochagua, Yuracruz y la pendiente occidental de estas tierras fragosas y vírgenes, que tan solo necesitan el milagro del agua para eclosionar en vida y producción.

Siempre Pimán, ha sido un hito de paz y mansedumbre patriarcal, y a la par el escenario bucólico de la campería imbabureña; el lugar donde una dinastía de poetas y escritores hallaron el sosiego espiritual para el emprendimiento intelectual cuyos actores prominentes fueron: Julio y Gonzalo Zaldumbide, este último, autor de la hermosísima novela “Égloga Trágica”, la más importante de la narrativa ecuatoriana.

El tiempo y el descuido redujeron a escombros este lugar. Felizmente Guillermo Zaldumbide la restauró en homenaje a sus antecesores y es hoy un hotel de categoría internacional, donde se puede respirar el aire puro de épocas, descansar y recuperar el equilibrio espiritual.