Huellas imborrables

Roque Rivas Zambrano

Cuando vi las fotos de Eliana no la reconocí. Tenía tantos moretones en el rostro que era imposible poder distinguir sus rasgos. Pude identificarla en aquellas imágenes en las que salía sonriente con su hija. Tal vez estuvo en alguna de mis clases. Lo extraño, cuando eres profesor, es pensar que una de tus estudiantes es víctima de violencia física y psicológica por su pareja.

El caso de Eliana copó las redes y los medios de comunicación. Ella –que aún no se recupera de las secuelas– comenta sobre su relación de años con Raúl. La constante eran los celos. Le prohibía ponerse vestidos cortos, faldas, blusas descotadas. No le gustaba que compartiera con sus amigas, ni con su familia. Criticaba a su mamá y procuraba que todo el tiempo se lo dedicara a él.

Cuando le preguntan si tuvo indicios de maltrato de su novio, respira, traga saliva, y cuenta que cuando se alteraba y le reclamaba por situación, le daba cachetadas y le decía que jamás encontraría una personas que la quisiera como él, que se preocupara como él. Afirmaba amarla, pero su amor le provocaba miedo y dolor.

Un día Eliana recibió una propuesta para actuar en un video de una banda de rock. Pretendía ser una crítica al maltrato intrafamiliar. En el corto, ella tenía que simular ser la pareja de otra persona. Le pidió permiso a Raúl para participar. Él estuvo de acuerdo, pero cuando vio el proyecto final, donde su novia estaba muy cerca de otro hombre estalló.

La golpeó brutalmente, hasta casi matarla. De no ser por los amigos y vecinos, Eliana no viviría para contarlo. Después de hacer viral el episodio, y de las denuncias, Raúl recibió dos meses de cárcel. Esa es la pena en Ecuador -donde seis de cada diez mujeres son maltratadas- para un agresor, para un potencial asesino.

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