Cuál es el futuro de la Ley de Comunicación

Mariana Guzmán Villena

Uno de los ofrecimientos al inicio del actual gobierno fue derogar o reformar la Ley Orgánica de Comunicación, con la que se persiguió, acosó y maltrató a ciertos medios periodísticos; sin embargo que en uno de sus considerandos, que es la fundamentación jurídica constitucional para argumentar y demostrar la razón o necesidad de crear una ley que se va a promulgar, se declara que es “indispensable adecuar un régimen de legislación especializado que procure el ejercicio de los derechos de una comunicación libre, intercultural, incluyente, participativa, en todos los ámbitos de la interacción social….” Continuar la discusión sobre la opresión al libre pensar y opinar se lo ha hecho suficiente, siendo prohibido olvidar la dictadura de la década desperdiciada, menos obviando las garantías catalogadas como derechos irrenunciables en nuestro Decreto Supremo.

En un análisis somero, para proclamar una verdadera libertad de prensa no fue suficiente haber cesado en sus funciones al caporal Carlos Ochoa, uno de los más feroces defensores de acallar y castigar a la prensa; de que ciertos rotativos manejables hayan silenciado hechos que hoy salen a la luz pública y que sobrecogen por su temeridad; que abochornan a nuestra historia, pues si bien Ecuador como cualquier Estado no ha estado exenta de problemas de varias índoles, pero no como hoy que las paginas periodísticas se saturan dándonos a conocer en su verdadero contexto acontecimientos que han conmovido la conciencia nacional, como el caso del asesinato del General Jorge Gabela y del secuestro frustrado del señor Fernando Balda; además de otras vicisitudes donde la rapacidad ha sido la principal protagonista.

Actualmente la Ley Orgánica de Comunicación está en debate, por una parte quienes proponen la tesis de que sea derogada en su totalidad, y otra corriente, que sea reformada, eliminándose artículos que hicieron del asedio una “cualidad” de luchar contra la prensa corrupta, sin escatimar los medios que se utilizaron, como el abuso de autoridad que permitió esconder en los cajones del poder la descomposición política y social que asoló a nuestra patria.