Calibrar motores

POR: José Albuja Chaves

Hace pocos días, en esta ciudad, se corrió la noticia de que las autoridades administrativas que manejan la movilidad de la Zona Norte del país recibían, con beneplácito, una propuesta emanada por una cooperativa interprovincial de transportes que conllevaba una manera de solucionar o paliar en algo el mal ganado desprestigio de la ‘Provincia de los Lagos’ que ocupa un deshonroso tercer lugar en el concierto nacional, en lo atinente a la incidencia por accidentes de tránsito con alta tasa de mortalidad humana.

La propuesta de marras consiste en calibrar los inyectores de los vehículos de transportación masiva de pasajeros, desde y hacia esta ciudad, para que se desarrolle una velocidad de hasta un máximo de 90 kilómetros, estableciéndose así un límite para que su exceso no sea un factor más e importante en esta clase de eventos antrópicos e indeseables.

Personalmente la idea me parece muy interesante, aunque debe ser valorada técnicamente y evaluada en sus resultados e implicaciones, pues no siendo la velocidad en sí el único factor de este magnicidio, es menester ponerla atención y convertirla en un proyecto piloto que podría extenderse a nivel nacional en su posible aplicación.

No obstante, hablando de calibraciones, creo personalmente que también los conductores llamados profesionales, especialmente, y otros aviesos y despistados sociales, deben también ser calibrados en sus inyectores y neuronas cerebrales, para bajar la velocidad de sus impulsos y compulsiones, y propender, de esta manera, a lograr un descenso de una curva estadística siniestra que luce abyecta en la sociedad entera.

Y parte de esta “calibración” humana bien pueden ser los planteles educativos restituyendo la querencia a los valores sociales y abriendo la cátedra de la educación en seguridad pública y ciudadana, antes que nuestros bachilleres egresen cual autómatas en cualquier especialidad que se le ocurre al estropeado régimen educativo del país que anda a la deriva, desde hace lustros, ensayando fórmulas y copiando sistemas ajenos a nuestra propia idiosincrasia. Novelerías politiqueras.