El proyecto de un visionario

A fines del siglo XIX, un niño de 4 años junto a sus padres y hermanos, salía precipitadamente del Ecuador, iniciando un exilio de 30 años provocado por las tensiones entre la militancia católica de su familia y el ascenso al poder del régimen liberal. Paradójicamente, este doloroso destierro permitió consolidar la formación del que sería considerado como el mayor humanista del siglo XX ecuatoriano: el P. Aurelio Espinosa Pólit, S.J.

Miembro de una familia creyente, el joven Aurelio descubrió pronto su vocación a la vida religiosa e ingresó a la Compañía de Jesús. Los quince años de formación los hizo en Bélgica, España, Francia e Inglaterra. Ya sacerdote, regresó al Ecuador en 1928 poniendo una condición a sus superiores: que le dejasen traer todos sus libros.

Los jesuitas de la entonces “Misión Ecuatoriana” miraron con alegre extrañeza cómo este joven sacerdote desempacaba varias maletas de libros y solamente un poco de ropa. Apenas llegado al país fue nombrado Director del Colegio Noviciado de Cotocollao y en medio del paisaje bucólico de este rincón -ahora absorbido por la expansión urbana de Quito- imaginó un proyecto de enormes proporciones: una biblioteca que recoja toda la producción de autores y temas ecuatorianos.

Su intención no era casual: corría el año 1929 y el Ecuador se aprestaba a celebrar, en mayo de 1930, el primer centenario de la República. La Biblioteca de Autores Ecuatorianos -así se llamó en sus inicios – empezó en tres modestos estantes que se llenaron con algunos de los libros que trajo de Europa y también con los volúmenes donados por su tío, el entonces arzobispo de Quito, Manuel María Pólit Lasso.

Hoy, con más de medio millón de libros, un museo y un vasto archivo histórico, el proyecto de este visionario fructifica en el Centro Cultural que lleva su nombre y que busca conservar el legado de todos quienes trazaron la espina dorsal de la ecuatorianidad.