Los buenos muchachos

Al inicio del gobierno del presidente Lenín Moreno, tras tanto llamado al “diálogo” y loas al “respeto” de parte del nuevo mandatario, actores de todo el espectro político se apresuraron a celebrar lo que parecía ser el fin de los hombres duros (porque siempre son hombres) en la política ecuatoriana. Unos decían que el expresidente Rafael Correa había agotado ya semejante estilo de liderazgo ante los ojos del electorado y propiciado una suerte de alergia al autoritarismo; otros, en cambio, apelaban a una supuesta transformación psicodemográfica y aseguraban que los nuevos ecuatorianos ya no anhelaban ese tipo de gobernantes. Sin embargo, todos estos pronósticos resultaron equivocados; tres años después, los índices de aprobación del régimen están por los suelos y la crítica más recurrente es que el país carece de conducción debido a las inseguridad de un gobernante que siempre opta por delegar y esconderse.

Sorprendemente, las próximas elecciones no prometen cambiar este fenómeno. Por primera vez en décadas, estamos ante una papeleta sin fuerza, sin rabia y sin ímpetú. Los tres más opcionados no parecen políticos curtidos y ambiciosos, sino participantes de un certamen de talento colegial o integrantes de un grupo de catequesis. Entre la proverbial puerilidad de uno, la vena de predicador del otro y la bonachonería inofensiva del último, resulta tentador pensar que el país de verdad ha cambiado, que ahora nos gustan otro tipo de líderes.

Hasta ahora, en tiempos de crisis los ecuatorianos hemos tenido la costumbre de buscar abrigo en los caudillos. Disfrutamos de la narcosis del frenesí y la exaltación que brindan esos hombres resueltos y bulliciosos, y nos ofrecen el consuelo del orden en tiempos de caos e incertidumbre. Cuando ninguno de ellos está activo en la política, corremos a buscarlo fuera de ella: activistas, políticos retirados, líderes de opinión, personalidades, etc.

Si esta sequía de hombres duros no es producto de un cambio generacional, sino apenas un accidente electoral, nos esperan tiempos difíciles. En plena crisis, habrá un primer mandatario tímido, afable, maleable y sin apoyo, hostigado por esa nueva generación de líderes vigorosos, agresivos, convencidos y populares que están surgiendo en todos los sectores.

Cada vez que ese espacio queda vacío desde el poder, surgen figuras externas, parapolíticas, que ocupan ese nicho. Nueva generación de hombres duros.

Daniel Márquez Soares

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