Agentes de Control Municipal, una pesadilla

La mayoría de familias ibarreñas y residentes en la ciudad, decidimos no ir a las playas. Las autoridades nacionales habilitaron las restricciones para evitar los contagios por COVID -19, facultando el libre tránsito y destino, con la finalidad de apuntar un reavivamiento económico a ciertas actividades que han sufrido meses a causa de la pandemia, entre los afectados y que eran propósito de la licenciatura, estimó al turismo playero.

Si bien no fuimos a las playas, caminar por los lugares familiares de nuestro suelo, era una opción y acertada decisión. Los amantes de este suelo no nos cansaremos de nuestra arquitectura, parques y plazas. Es un deleite avistar la estación del ferrocarril, una fruición el obelisco, un contento la Cruz Verde, las calles y avenidas que tanta vitalidad nos traen.

Mas, nunca pensamos que los deleites que nos da la ciudad en el ejercicio de caminar, se interrumpan con crueles episodios que avergüenzan y encuban violencia. Y no es nuevo, porque se ha hecho una práctica siniestra de los Agentes de Control Municipal, la infeliz persecución a los comerciantes informales que en la desesperación por llevar un pan a sus mesas, salen a las calles a sufrir despiadados asedios, amenazas, insultos, discrimines y otros vejámenes que manchan el crédito de esa función, de la institución municipal y que rayan el derecho humano a la vida.

Muchos ciudadanos miráramos con estupor este domingo, en la Av. Alfredo Pérez Guerrero y Sánchez, frente al Mercado Amazonas, la cobarde persecución de más de seis Agentes de Control Municipal a una humilde comerciante que para salvaguardar su integridad y fortuna, tuvo que forcejear contra tantas manos y voces para salir en carrera. Terminada la “proeza”, los municipales acuñando el logro, chocaron sus puños y codos como señal de victoria, presente en ese acto ruin, la burda mofa y xenofobia, pues se comentó que la agraviada era una mujer extranjera.

La vigilancia ciudadana por los suelos, el orden público mancillado, la Dirección de Gobernabilidad haciéndose de la vista gorda a esta pesadilla que trae pavor, sobresalto, alarma, asombro y el pisoteo a los derechos humanos.