Un cazador de almas

Hacia 1743, una precaria embarcación surca el Pongo de Manseriche, el último obstáculo del río Marañón antes de salir a la llanura amazónica. A bordo, dos europeos – el uno francés y el otro suizo- examinan con detenimiento el mapa que les permite orientarse en esas remotas soledades. Se trata del científico francés Charles Marie de la Condamine y el jesuita misionero de Maynas, Juan Magnin.

Los dos aventureros se conocieron años atrás, en Panamá. Volvieron a encontrarse en 1743 en el pueblo de Borja, en plena selva amazónica. Allí, el P. Magnin entregó a La Condamine el mapa que había delineado sobre las misiones y también su manuscrito “Breve descripción de la Provincia de Quito en la América Meridional”.

Desde Borja, el P. Magnin acompañó a La Condamine hasta La Laguna donde les esperaba el sabio riobambeño Pedro Vicente Maldonado. Aquí, el jesuita se despidió de ellos que continuaron el viaje por el Amazonas. Magnin por su parte, permaneció en la selva, combinando su ministerio apostólico con la observación científica.

La “Breve Relación” del P. Magnin tuvo algunas versiones que fueron rescatadas del olvido en 1991 gracias al trabajo de la Biblioteca Ecuatoriana Aurelio Espinosa Pólit, la Sociedad Ecuatoriana de Investigaciones Históricas y Geográficas – SEIGE y los afanes del editor friburgués Michelange Schmidt quien la llevó a imprenta bajo el título de “Crónica de un cazador de almas: un jesuita suizo en la Amazonía en el siglo XVIII”.

Al regresar a Europa, La Condamine consiguió que la Academia de Ciencias de París nombre al P. Magnín como miembro correspondiente. El nombramiento llegó a Quito dos años y medio después para gran satisfacción del jesuita que alcanzó a escribir una carta de agradecimiento el 7 de julio de 1752, dos semanas antes de que la muerte apague su luz que apenas empezaba a alumbrar la noche colonial.