Violencia y maltrato al adulto mayor

Saúl Chalco Quezada

Gaceta Cultural. Loja

La Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas determinó el 15 de junio, mediante Resolución 66/127, como el Día de la Toma de Conciencia del Abuso, Violencia y Maltrato al Adulto Mayor. La Organización Mundial de la Salud define el maltrato como “la acción única o repetida, o la falta de respuesta apropiada que ocurre dentro de cualquier relación donde exista una expectativa de confianza y la cual produce daño o angustia a una persona adulta mayor”.

Aunque no hay una definición ampliamente aceptada sobre el abuso al adulto mayor, puede también ser llamado maltrato, violencia, como una “situación no accidental, en la cual una persona sufre un trauma físico, la privación de necesidades físicas básicas o injuria mental, como resultado de acto u omisión producido por un cuidador”.

Su exacta frecuencia es desconocida, en parte porque no hay una definición del término común para todos, estimándose que es un 2 a 5 % pero probablemente esta cifra esté subestimada y, en la medida que aumenten los estudios y registros al respecto, esta cifra sea por lo menos doblada o más en su frecuencia.

El abuso para con las personas adultas mayores ocurre, posiblemente, desde hace siglos, pero recién en los últimos veinte años han aparecido publicaciones al respecto. Por lo mismo, ya no se puede aceptar que este tema sea aún desconocido por lo miembros del equipo de salud y público en general. Adquiere, además, cada día mayor relevancia por el número creciente de personas afectadas y por las consecuencias inherentes que estos malos tratos conllevan.

En los EE. UU. se ha legislado al respecto y la comunicación de los casos es obligatoria en casi todos los estados cuando el abuso, maltrato y violencia ocurre dentro del hogar, y en todos los estados cuando tiene lugar dentro de instituciones. Actualmente se conoce que se caracteriza por daño físico, emocional o psicológico causado a un adulto mayor, por acciones deliberadas, pero también por no deseadas; la mayoría de los casos suele producirse en el domicilio y en las instituciones que cuidan a adultos mayores.

Hay descritas varias formas: agresiones físicas, abuso emocional o psicológico, abuso sexual, manipulación económica o negligencia. En la mayoría de los casos, los perpetradores de los abusos y maltratos suelen ser personas conocidas o personas que están en contacto continuo con la persona dependiente; también pueden ser no miembros de la familia que se han convertido en cuidadores.

El abuso por parte de un cuidador puede estar alimentado por una psicopatología previa (una necesidad patológica del perpetrador de controlar a otro ser humano), una violencia transgeneracional o una dependencia. También participan otros factores como el estrés, la ignorancia del buen cuidado, la frustración, la desesperación o la incapacidad de proporcionar cuidados apropiados. Afecta a personas de todos los grupos socioeconómicos. Las personas afectadas desarrollan con frecuencia sentimientos insuperables de miedo, aislamiento e ira entre otras manifestaciones. El estrés de cuidar a una persona adulta mayor se considera el desencadenante y no la causa del abuso. En general no hay una causa única, sino que son numerosas, complejas e interactúan entre ellas.

Muchas veces existe una situación mutuamente abusiva, previamente, y por largo tiempo. Son escasos los reportes espontáneos al equipo de salud, servicios policiales u otros, lo que dificulta aún más su pesquisa y posibles soluciones. La Ley Orgánica de Protección a las Personas Adultas Mayores en nuestro país ya contempla en uno de sus artículos sobre el maltrato, abuso y violencia a este grupo etario.