Tres lustros de guerra sangrienta por la independencia

Óleo La Rendicion de Bailen Casado de José Casado del Alisal.

Gonzalo Sevilla Miño | [email protected]

Con el propósito de contextualizar este artículo respecto de hechos históricos que fueron desarrollándose a lo largo de casi tres siglos, desde la llegada de los españoles a América, hasta la independencia, considero de suma importancia mencionar, para empezar, uno de los acontecimientos más relevantes que se produjeron apenas ocho años después de la fundación española de San Francisco de Quito: Me refiero al descubrimiento del río Amazonas que, en primera instancia, se lo conoció como “Río San Francisco de Quito”, puesto que, la expedición al mando de Francisco de Orellana había partido desde Guayaquil y Quito.

Una vez que se descubrió el gran río, sin lugar a dudas, significó para la Corona Hispánica, una magnífica ruta que facilitaba la comunicación directa desde el Atlántico con el Virreinato del Perú. Hubo de transcurrir casi un siglo para que, en 1637-38, el explorador Pedro de Texeira al servicio de Felipe III de Portugal y IV de Castilla, respectivamente, remontara el curso del Amazonas desde el Atlántico hacia Quito. Durante ese tiempo, entre 1542 y 1639, la monarquía española tuvo prohibido a sus súbditos penetrar o escribir sobre este acontecimiento histórico previendo, acertadamente, lo que podría haber sucedido, en tanto, los intereses de las otras potencias, Inglaterra, Holanda, Francia y Portugal se habrían visto favorecidas por esa importante vía fluvial de comunicación.

El historiador Hugo Burgos Guevara, en su libro, “La Crónica Prohibida”, revela dos documentos desconocidos: una crónica y un mapa de 1640, que el autor encontró en el archivo de la Compañía de Jesús en Roma, que se refieren directamente a Quito, y la estrecha relación con el Río Amazonas. 

Burgos manifiesta que: «Oficialmente estaba proscrito describir al Amazonas geográficamente, peor darlo a conocer al mundo, pues, había el temor de que potencias enemigas, que asediaban el subcontinente sudamericano, “invadieran” el río-mar apropiado por España, cuando éste era todavía una maraña inexpugnable y su extensa cuenca fluvial era virgen para el mundo occidental, con la excepción de la incursión de Orellana[…] Tales potencias eran además Holanda, Inglaterra, Francia y Portugal, las cuales habían recibido ‘concesiones’ de la corona para ‘colonizar’ Guyanas y la desembocadura del río».

Quito, objetivo estratégico inglés
Con estos antecedentes queda claro que, Inglaterra, enemiga acérrima de España, buscaba por todos los medios a su alcance, debilitar la hegemonía hispana en América, circunstancia que ya se produjo en Europa con la suscripción del Tratado de Utrecht en el que se redefinieron los límites y cambiaron las fronteras políticas y Gran Bretaña fue la mayor beneficiaria al haber obtenido Menorca y Gibraltar (de España), Nueva Escocia, Terranova y la Bahía de Hudson (de Francia) y otros privilegios, como un monopolio  de treinta años sobre el tráfico de esclavos con la América española. En América, Quito era un objetivo estratégico y la puerta de acceso ideal para alcanzar las riquezas del Perú que podrían ser transportadas por el Amazonas al Atlántico. Este propósito, por supuesto, no se llegó a consolidar nunca. 

Algo que sí se llegó a consolidar fue, según el historiador Francisco Núñez del Arco, que en Inglaterra circuló un folleto extraño por su reducida edición y perturbador por su alevosía titulado, “Una Propuesta para humillar a España” escrito en 1711, “por una persona de distinción” atacando sus principales bases militares y centros de poder político y comercial que entonces gravitaban en torno al núcleo continental del Virreinato del Perú, los actuales Ecuador, Perú, y Bolivia. Se dice de Quito en el folleto: «… Dada la considerable falta que tienen en Quito de estas mercaderías (textiles ingleses) que tanto necesitan el consumo de ellas, aumentaría, porque nuestros productos y tales son irrazonablemente caros (debido a la restricción del libre comercio de ese entonces), por las razones ya mencionadas, y así los pobres y aun los comerciantes, hacen uso de las telas de Quito para sus vestidos y solo los mejores usan géneros y telas inglesas. Pero si de una vez, nosotros podemos fijar nuestro comercio, por el camino que yo propongo (directamente por Buenos Aires y a través del continente hacia el interior, sin tener que pasar por Cádiz), con seguridad, arruinaríamos, en pocos años, la manufactura de Quito». Este objetivo fue alcanzado holgadamente.

Por otra parte, Inglaterra, con la participación activa del general escocés Thomas Maitland urdió, en 1800, un plan para capturar Buenos Aires y Chile, y luego emancipar Perú y Quito. Este plan devela que el Imperio Británico lo que pretendía era la conquista de América del Sur, luego de haber perdido sus 13 colonias en Norteamérica, en 1776. Mediante una carta dirigida al Primer Ministro británico, Maitland, le plantea lo siguiente:

«Estimado Señor: Hace un tiempo tuve el honor de someter a su consideración el borrador de un plan para atacar los asentamientos españoles en el Río de la Plata. Mi objetivo era procurar a Inglaterra un beneficio grande, aunque en cierto modo limitado, abriendo un nuevo y extenso mercado para nuestras manufacturas[…] que tuviera como objetivo la emancipación de esas inmensas y valiosas posesiones y la apertura de una fuente de permanente e incalculable beneficio para nosotros, resultado de inducir a los habitantes de los nuevos países a abrir sus puertos y recibir nuestras manufacturas, de Gran Bretaña y de la India[…]

Una expedición a Caracas desde las Antillas, y una fuerza enviada a Buenos Aires, podrían realmente proveer la emancipación de los colonos españoles en las posesiones orientales, pero el efecto de tal emancipación, aunque considerable, no podría jamás ser tenido por seguro en las más ricas posesiones de España en la costa del Pacífico, y es menester observar que la razón por la cual los españoles han asignado importancia a sus posesiones orientales es que ellas sirven como defensa para proteger sus más valiosas posesiones occidentales […] Por lo tanto, yo concibo que, con vistas a un impacto sobre el conjunto de las posesiones españolas en Sud América, nada de sustancial puede lograrse sin atacar por ambos lados, aproximadamente al mismo tiempo, con un plan y una coordinación tales que nos permitan reducirlos, por la fuerza si fuera necesario, en todas sus inmensas posesiones sobre el Océano Pacífico.

(LA TRAMA OCULTA Y EL PLAN BRITÁNICO PARA CAPTURAR SUDAMERICA. ANÁLISIS DE LA OBRA “Maitland & San Martín” de Rodolfo H. Tarragno)

El diez de agosto de 1809 y el dos de agosto de 1810

Indudablemente, el Imperio Británico fue muy paciente para lograr sus objetivos pues, desde el plan que desarrollaron para humillar a España en 1711, hasta que se empezaron a gestar las independencias, habría de transcurrir más de un siglo (1822).

Previamente se produjeron los primeros movimientos emancipadores, en Quito, el diez de agosto de 1809, con el mal llamado Primer Grito de la Independencia que, como lo mencioné en un artículo anterior, aquello no fue otra cosa que un desconocimiento al rey francés, José Bonaparte, impuesto por su hermano Napoleón, cuando destronó a Fernando VII, el legítimo monarca de todas las Españas que incluían, lógicamente, a los dominios hispanos en América.

Esta revolución estuvo al mando del Marqués de Selva Alegre, Morales, Quiroga, Riofrío, Ante y doña Manuela Cañizares, entre otros.

Ellos formaron una Junta Suprema cuya vida fue precaria, partiendo de que la intervención napoleónica en la península ibérica convirtió a las autoridades de los virreinatos, audiencias, capitanías generales en representantes del usurpador; Ruiz de Castilla, presidente de la Real Audiencia de Quito, entre ellos. Una vez disuelta la Junta Suprema, las autoridades ofrecieron perdón y olvido a los complotados; sin embargo, apresaron a más de un centenar de revolucionarios y los castigaron con sentencias de muerte y expulsiones.

Como reacción a esto, el pueblo de Quito, el 2 de agosto de 1810, se lanzó a la toma de las prisiones y de los cuarteles. Bajo este pretexto, las tropas realistas (léase, súbditos de José Bonaparte, Pepe Botella) hicieron una carnicería. Con lo dicho y mucho más, las intenciones de Inglaterra fueron las de favorecerse geopolítica y económicamente con el, entre otras cosas, desmantelamiento de las industrias textiles (obrajes), en nuestro caso, del centro norte de la serranía quiteña y, con eso, contar con mercados para ubicar los géneros producidos por ellos al conseguir ventajas arancelarias y privilegios tributarios con el dominio que habrían de tener sobre toda Sudamérica.   

Para llegar a sus objetivos se valieron de complicadas tramas y estrategias que les dieron muy buenos resultados. De las más importantes fueron el haber conseguido infiltrar en los gobiernos y en las élites de los Virreinatos, Reales Audiencias y Capitanías Generales, a gente directamente vinculada a “sociedades secretas” que lograron socavar voluntades y convencer a personalidades influyentes en los distintos gobiernos de Hispanoamérica, entre ellos, lógicamente, Bolívar y San Martín.

Armando Arístizabal, gran escritor ecuatoriano, en su obra “Historia de la Corrupción en el Ecuador”, manifiesta que, «En todas las épocas, y en el mundo entero, las sociedades secretas se han constituido como fuente dinámica en el proceso de transformación social y política, y se han comportado como fundamental estímulo en los procesos revolucionarios» «Por eso no resulta ilógico suponer que, a la sombra de este pulpo de sociedades secretas y logias, el imperialismo británico jugaba su baza de sustituir a España en el continente americano.

Así, todos los partidarios de la unión o confederación de las colonias en un Estado orgánico fueron asesinados o desacreditados para que no pudieran cumplir su cometido. Para establecer su hegemonía económica, Inglaterra propiciaba la formación de pequeñas repúblicas independientes, antagónicas unas de otras, para mejor ejercer su papel de árbitro y monopolizador comercial».

«La principal organización secreta que intervino en el proceso libertario a partir de 1809 fue la masonería, cuya directriz provenía de Inglaterra, con logias fraternas en toda Europa y en América. Tuvo cierto grado de afinidad con el liberalismo político y económico, en cuanto a su pertinaz lucha contra el absolutismo, que era la expresión autocrática impuesta en nombre de Dios: la teocracia». «Inglaterra era un país desarrollado en permanente expansión de mercados, con la flota naval más grande del mundo. Se hallaba al acecho de las colonias españolas que, una vez libres, con un poco de su ayuda, podían convertirse en consumidores de sus productos, amén de ser un inmenso recurso de materias primas. El objetivo de Inglaterra y de todas las logias masónicas en América era lograr la independencia, luego de destruir el poderoso andamiaje político-militar montado por España».

La guerra civil tambien conocida

como La Guerra por la Independencia

Fue a partir de los cruentos acontecimientos del 2 de agosto de 1810 cuando empezó una guerra fratricida que habría de durar quince años, tres lustros que desangraron a buena parte de la América Hispana. Las guerras de la independencia trajeron caos y desolación. Señalan los historiadores Pablo Victoria y Arturo Uslar Pietri que el 25 % de la población venezolana murió. Sobre todo la clase empresarial (dueños de haciendas, cortijos, pulperías, etc) habían perecido, esto equivale a unas 225.000 personas, otro 15 % emigró sobre todo a Cuba y Puerto Rico que seguían bajo administración española.

En un artículo de mi autoría que lo titulé “Sudacas Subdesarrollados” que se publicó en el número 114 de esta revista, hice mención a lo larga y extensa que fue la guerra por la independencia, acudiendo a una reflexión realizada por Francisco Núñez del Arco, historiador del que he nutrido buena parte de mis investigaciones. Hay un interrogante que merece la pena que lo repita: «¿Cómo se entiende que cerca de veinte millones de abnegados patriotas americanos necesitaran de tantos años para doblegar a menos de cincuenta mil peninsulares de toda condición -hombres, mujeres y niños- residentes en América?»  Según la historiografía oficial, la mayoría de la gente era favorable a la independencia. De haber sido así, lo racional habría sido que se la obtenga sin necesidad de declarar la “Guerra a Muerte” que fue decretada por Bolívar el 15 de junio de 1813 en la ciudad de Trujillo en Venezuela.

DECRETO DE GUERRA A MUERTE: «Españoles y canarios contad con la muerte aunque seáis indiferentes, si no obráis por la liberación de América. Venezolanos contad con la vida aunque seáis culpables. Simón Bolívar». Con esto, lo que pretendió fue cambiar la opinión pública sobre la guerra civil venezolana, para que no sea vista como una rebelión en una de las colonias de España, y sea vista como una guerra entre naciones distintas. La guerra a muerte fue el resultado de la “Campaña Admirable” y que fue el inicio de una cadena de fusilamientos, degollamientos a todos aquellos que tenían algún vínculo con España.

El espacio es corto para mencionar todas las barbaridades que se cometieron a lo largo de quince años; sin embargo, es importante resaltar algo de trascendental importancia. Se entiende que las independencias obtenidas significaron la derrota de las tropas realistas hispanas y la consecuente expulsión o el paso por las armas de los españoles, también se obtuvo el constante enfrentamiento entre las nuevas naciones, como era la intención británica y que la mencioné más arriba.

Lo que no se ha contado es que, si bien es verdad que Bolívar nos dio la libertad emancipándonos de España, de la manera más infame, estuvo a punto de convertirnos en colonias o protectorados ingleses como lo voy a demostrar:   « […] América no verá la paz sino el día en que se aparte del grito popular de la igualdad; […] porque aunque no hay mejor defensor que yo de las libertades y derechos del género humano, cosa que he probado consagrando a su adquisición mi fortuna y los mejores años de mi vida, debo confesar que este país no se encuentra en situación para ser gobernado por el pueblo…»

«…No hay país más libre que Inglaterra bajo una monarquía bien ordenada: Inglaterra es la envidia de todas las naciones del mundo y el ejemplo que todas deberían desear seguir al formar una nueva Constitución o gobierno. De todos los países es tal vez Sud América el menos a propósito para los gobiernos republicanos, porque su población la forman indios y negros, más ignorantes que la raza vil de los españoles, de la que acabamos de emanciparnos.

Un país que se encuentra representado y gobernado por pueblos semejantes, no puede ir sino a la ruina. Nosotros no tenemos otro recurso sino recurrir a Inglaterra para pedirla socorro   y usted no solamente tiene mi permiso, sino que también mi suplica de llevar esta conversación al conocimiento del Gobierno de S.M. Británica y someter la materia a su consideración. […] Usted puede decir que yo, bajo el punto de vista de principios generales, no he sido nunca enemigo de las monarquías, sino que, por el contrario, las considero esenciales para la respetabilidad y bienestar de los nuevos Estados; y que si el Gobierno británico llegase a proponer el establecimiento de un gobierno regular, esto es, de una monarquía o monarquías en el Nuevo Mundo, encontrará en mí un promotor firme y constante de esas ideas, y en un todo pronto y dispuesto a sostener el soberano que Inglaterra propusiese colocar y sostener en el trono.

Yo sé que se ha dicho que yo deseo hacerme rey; pero esto es dudoso que sea así. Yo no aceptaría la corona para mí, porque cuando vea a éste país hacerse feliz bajo un gobierno bueno y firme, me retiraré de nuevo a la vida privada.

Repito a usted que si yo puedo servir para secundar los deseos y propósitos del Gobierno británico para llevar a buen fin este deseado objeto, estoy a sus órdenes. […] ¡Cuán infinitamente más respetable es la nación de ustedes gobernada por su rey, lores y comunes, que aquella que orgullosa de una igualdad, brinda poca cosa al bien del Estado! […]».

REFERENCIAS:

• Quito fue España. Historia del Realismo Criollo de Francisco Núñez del Arco/ 

• Simón Bolívar, en carta del capitán Malling a lord Melville, primer lord del almirantazgo; Chorrillos, 18 a 20 de marzo de 1825. Archivo de la Foreign Office, Gobierno inglés, Perú, 1825,

N° 6, citado en Villanueva, Carlos, Ob. Cit., págs. 258-259-260.

En estas líneas he intentado, aunque sea mínimamente, desmontar la leyenda negra con la que se nos ha malinformado acerca de nuestra historia, historia que debería ser transparentada, entre otras cosas, desacralizando a personajes que, luego de tres lustros de guerra se arrepintieron de lo que habían hecho; prueba de ello, son las cartas que escribió el propio Bolívar.

A su amigo Estanislao Vergara el 25 de septiembre de1830, le dijo: «Créame Ud, nunca he visto con buenos ojos las insurrecciones; y últimamente he deplorado hasta la que hemos hecho contra los españoles».  Desde Barranquilla escribiría a Juan José Flores el 9 de noviembre 1830, lo siguiente: «La América es ingobernable para nosotros (…) La única cosa que se puede hacer en América es emigrar. Este país caerá infaliblemente en manos de la multitud desenfrenada, para después pasar a tiranuelos casi imperceptibles, de todos colores y razas».

Gonzalo Sevilla Miño | [email protected]