Recordando a los eternos

Gonzalo Benítez Gómez y de Luis Alberto Valencia juntaron sus nombres y sus voces el 18 de octubre de 1940 y cual la sentencia bíblica, solo la muerte pudo separarles.

Gonzalo Benítez Gómez, primera voz del dúo nació en la bucólica y recoleta ciudad de Otavalo, un 14 de enero de 1915, cuando la ciudad estaba poblada de artesanos y mercaderes que gastaban su tiempo en contemplar la belleza de la naturaleza y en copiarla con su arte. Todos los familiares de Gonzalo Benítez eran conocidos como músicos destacados que componían música ecuatoriana y eran virtuosos de algún instrumento.

Sus padres fueron don Ulpiano Benítez, músico y compositor, del cual heredó su “vena artística” y su madre doña Mercedes Gómez Endara.

Luis Alberto Valencia nació en quito, el 23 de abril de 1.918, en el populoso y querido barrio de La Tola donde la música y el deporte copaban los sueños de adultos y jóvenes. Fue hijo de Don Manuel Antonio Valencia, sastre de oficio y compositor por derecho propio, creador del albazo “Sin esperanza” y de doña Dolores Córdova, costurera.

Es decir, ambos provenían de las profundidades del espíritu ecuatoriano donde la calidez y la sencillez de sus gentes se transformaban en bellas obras artesanales y hermosas composiciones cantadas al compás de la música y la bohemia.

EL DÍA DEL ENCUENTRO

Por aquellos tiempos, en las ciudades y pueblos de la serranía no había muchas oportunidades educativas para sus jóvenes que se veían obligados a trasladarse a las grandes ciudades: Quito, Guayaquil y Cuenca, en busca de la tan ansiada capacitación.

Por eso, Gonzalo Benítez debió dejar atrás su terruño y matricularse en el colegio Normal Juan Montalvo de la capital. En esa Institución educativa don Gonzalo se graduó con el título de “Preceptor Normalista” en el año de 1936. Y volvió, aunque por poco tiempo a su ciudad natal a poner en práctica lo aprendido. Luego, fue aceptada su postulación a profesor de dibujo en su querido colegio Juan Montalvo, donde se jubiló en 1973.

Luis Alberto Valencia, no abandonó su casa, sino que desde ella se trasladaba hasta la la Escuela Leopoldo N. Chávez para recibir la instrucción primaria: luego, en Normal Juan Montalvo la secundaria,

LOS INICIOS DEL DÚO

Sus primeros “pininos” en el arte de la música los hizo en las veredas, con sus amigos y familiares.
Luego en las aulas del glorioso Normal Juan Montalvo hizo dúo con un compañero de aula, Vicente Padilla, con quien compartió momentos gratos de música y cultura, antes de que conociera a Gonzalo Benítez, en el mes de febrero de 1932, cuando Benítez tenía 17 años y Valencia 14, con motivo de las fiestas de carnaval, los internos del colegio organizaron una hora social y pidieron a Gonzalo y a Luis Alberto que por ese entontes ya eran conocidos como cantantes aficionados, a juntar sus voces para deleitarlos con canciones.

Sin tiempo para ensayar, interpretaron dos piezas musicales, el tango “Orquídeas a la luz de la luna”, música de Vincent Youmans / Kahn, letra de Loges / Eliscu y el pasillo “Ojos tentadores” del célebre compositor Carlos Brito Benavides, recibiendo el aplauso de profesores y estudiantes. A partir de entonces fueron invitados a intervenir en las veladas y horas sociales de los estudiantes. No siempre estuvieron juntos los integrantes del dueto Benítez – Valencia, pero ambos estuvieron ligados a la música, a la ecuatoriana Gonzalo Benítez, a la internacional Luis Alberto Valencia. En 1939, Benítez formó dueto con Bolívar, el Pollo, Ortiz grabando entre 33 a 36 piezas musicales de corte “telúrico”. Pero, un año después, el 18 de octubre de 1940, en forma profesional, los dos artistas conformaron dúo Benítez-Valencia, teniendo como escenario Radio Quito, “La voz de la Capital” que había sido inaugurada en agosto de ese mismo año.

En ese medio de comunicación Gonzalo con Luis Alberto difundieron la música nacional en casi todos sus ritmos a través de un programa de gran sintonía en todos los hogares de aquella época: “CANCIONES DEL ALMA”, bautizado así por el locutor Gabriel García Jiménez y que en forma religiosa los lunes, miércoles y viernes, a las 21h30 se los trasmitía para deleite de todos los quiteños y ecuatorianos en general.

No siempre este programa de música nacional también se transmitió en Radio Quito, años más tarde, fue transmitido en otras radiodifusoras como Radio Nacional Espejo, La Voz de la Democracia, Radio Nacional del Ecuador, Radio de la Casa de la Cultura Ecuatoriana·, Radio Cordillera y HCJB. “La Voz de los Andes”, y en todas ellas el éxito fue su compañera permanente.

A PREPARAR LAS MALETAS

Una vez conocido y apreciado, este dueto superó las barreras de las fronteras patrias y, especialmente, donde existía y existe una gran colonia de compatriotas, fue recibido con alegría y entusiasmo. En múltiples ocasiones, los dos integrantes, viajaron, especialmente a Nueva York y a Chicago, pero también a Alemania, España y Colombia, a dejar escuchar sus voces y compartir con su público el don de su arte. Dato curioso, al parecer, ellos nunca utilizaron el doblaje para sus presentaciones, siempre cumplieron las expectativas de sus fanáticos de escuchar los acordes que sus voces eran capaces de transmitir.

EL DOLOR DEL FINAL

Si sus inicios están marcados en el año de 1.940, su disolución vendría de las manos de la muerte de Luis Alberto Valencia, acaecida el domingo 25 de octubre de 1970. Días antes, cumpliendo un compromiso profesional, los artistas viajaron a Riobamba. Estando, actuando en la plaza de toros de dicha ciudad, Luis Alberto Valencia se sintió enfermo. Con gran esfuerzo y con la ayuda de Gonzalo que lo sostenía por la cintura, terminó la interpretación del yaraví “Desesperación”, y ya no pudo más. Una embolia o derrame cerebral apagó su vitalidad.

En “silla de manos” fue bajado del escenario y conducido a una camioneta para ser trasladado a Quito. Llegando a Quito a la casa de Luis Alberto ubicada en la calle México, barrio América, ya se le escuchaba proferir palabras sin sentido.
Pronto sus familiares lo trasladaron al Clínica Central, donde su cuerpo se rindió y su nombre pasó a la eternidad de los ecuatorianos que con su arte y su trabajo había contribuido a aquello que llamamos Identidad Nacional, es decir, ese sentimiento que provoca el orgullo de pertenecer a una colectividad.

Sus restos mortales fueron velados en la Casa de la Cultura Ecuatoriana “Benjamín Carrión”. La misa de cuerpo presente se llevó a cabo en la Iglesia gótica “Santa Teresita” (El Padre Luna Tobar dirigió la misa fúnebre), para luego ser trasladado a hombros de su pueblo hacia el cementerio Mariano Rodríguez del El Batán.

Cuando sus restos ingresaron al cementerio, toda la muchedumbre reunida interpretó la habanera “Van cantando por la sierra” y cuando estos descendían a la fosa, el danzante “Vasija se barro” que el dueto en una noche de bohemia, junto a poetas, escritores pintores, artistas en general habían ayudado a componer.

¿POR QUÉ EL ÉXITO LE ACOMPAÑÓ AL DUETO BENÍTEZ – VALENCIA?

Porque fue capaz de interpretar los anhelos, las esperanzas, las ilusiones, las penas y alegrías de todo el país. En varios ritmos y siempre con el corazón en la voz, Benítez -Valencia supo palpitar junto a su gente. Más del 95 % de sus melodías forman parte de la herencia musical del Ecuador.

“No llores corazón” (pasillo) “El árbol de mi casa” (vals), “Amor perdido” (pasillo), “Interrogación” (pasillo), “Bonita guambrita” (albazo), “Dolencias”, y por supuesto la característica “Van cantando por la sierra” (habanera), “Vasija de barro” (Fox incaico), “Van cantando por la Sierra”, “Reina y señora”, Imbabura de mi vida”, “Desesperación” son apenas una pequeña lista de las canciones que conformaron su repertorio.
Su contribución a este país va más allá de la música. Fue un dueto que aportó decididamente a la construcción de ese inasible que es la Identidad, pero que, sin ella, no es posible cohesionar a un pueblo.

Fausto Jaramillo Y.