¿Quo vadis, Leonidas Iza?

El Ecuador de estos días está bajo el imperio del caos y del desorden debido a la realización de un paro indefinido decretado por el presidente de la CONAIE, y demás agrupaciones indígenas y, en menor medida, por otras organizaciones sociales auto ubicadas en la izquierda del espectro político.

¿Qué busca el líder indígena? ¿Cuál es su visión del país que pretende imponer a la fuerza?

Resentimiento y venganza

Debemos detenernos y recordar la historia para entender lo que está pasando y vislumbrar las acciones a tomar en el presente y en el futuro.

No debería sorprendernos que cada cierto tiempo las organizaciones indígenas llamen a paros que imposibilitan el convivir civilizado y rompiendo la paz social, atentan contra la vida y la economía de nuestro país. Y digo que no debería sorprendernos ni llamarnos la atención, pues, la ecuación de estos enfrentamientos no corresponde a la fórmula gobierno contra los indígenas; sino que se trata del conflicto, hasta ahora no resuelto entre dos culturas, dos cosmovisiones distantes y diferentes.

A lo largo de la historia, luego de Cajamarca, los sociólogos y los historiadores han intentado diversas interpretaciones de lo acontecido, desde lo estrictamente militar, o aquella otra que lo hace resaltando la presencia del caballo, pero ignoran o desconocen las relaciones culturales de los dos pueblos antagónicos que en nada coinciden el uno con el otro.

En noviembre de 1.532 Francisco Pizarro comandó a 168 aventureros españoles hasta derrotar a un ejército de más de 20.000 hombres del imperio Inka, bajo el comando del propio Atahualpa. Esa misma noche, cuando callaron las armas, hablaron las negociaciones. Atahualpa, en los días posteriores al inicio de su cautiverio propuso a Pizarro entregarle a su propia hermana, una joven de 18 años llamada Quispe Sisa. El español, ya entrado en años, aceptó casarse con ella, y así lo hizo. Fruto de ese matrimonio habrían de nacer dos hijos. Francisco e Isabel. Ellos representan el surgimiento de una nueva raza, la mestiza que habría de poblar esta geografía.

El resto ya es historia. 168 soldados aventureros habían escrito el final de uno de los más grandes imperios de aquellos tiempos: el Incario. A partir de ahí otras serían las relaciones políticas, económicas, sociales y hasta genéticas en esta parte del mundo.

Desde entonces, el encuentro entre estas dos culturas ha estado signado por resentimientos, sospechas, vejámenes, explotación, sangre, lágrimas y dolor. Las ambiciones de poder han superado con creces al diálogo, al acercamiento, a la pacificación. En esta lucha se esconden otras ambiciones, afanes de riqueza, pero, sobre todo, dos cosmovisiones culturales que, a pesar de los siglos transcurridos, no han podido entenderse una con la otra. Este combate fue desde sus inicios culturales y es en ese campo donde hay que ubicarlo.

Despojar a los vencidos de sus propiedades y creencias fue el siguiente paso tras la captura de Atahualpa. La tierra cambió de manos en términos de latrocinio y explotación; pero también se buscó arrancar su historia, sus dioses y sus costumbres.

No fue posible lograrlo y el amor a su tierra y a su forma de vida permaneció, por siglos, escondidos en el alma de los derrotados. El resentimiento creció día tras día, en contra del vencedor y su descendencia transformándose en odio y venganza. Esporádicamente, de vez en cuando, los derrotados se rebelaban y la sangre volvía a correr. No se conoce con exactitud el número de muertos en esos enfrentamientos, pero era la violencia la que creaba un espejismo de paz.

A todo esto, habría que añadir la presencia de otros actores protagónicos de este drama: el negro y el zambo. Grupos genéticamente distintos de aquellos, pero con ansias de sobrevivir y de progresar en este suelo al que empezaron a considerar como propio, pero que la institucionalidad imperante lo impedía. Los resentimientos se juntaron. En suma, vencedores y vencidos siempre se han mirado con desconfianza, con suspicacia, esperando siempre la oportunidad de dejar escapar su venganza.

Unidad y protesta

En el Ecuador, tras el retorno a un débil constitucionalismo, los indígenas iniciaron un proceso de análisis y discusión de sus realidades. Reuniones auspiciadas, principalmente por la Iglesia Católica, abrieron las puertas a ciertos entendimientos que los llevaría a una organización.
En los años 90 del siglo pasado, irrumpieron en la vida política del país, con una movilización que sacudió la conciencia ciudadana. A partir de ese momento, las siglas CONAIE y su brazo político PACHAKUTIK, forman parte del entramado político del país.

Han logrado, mediante votación popular, varias prefecturas, alcaldías, gobiernos autónomos descentralizados, desde donde han demostrado su capacidad de gestión y obras largamente esperadas por sus pueblos. Pero, quizás, debido a que, por mucho tiempo, siglos quizás, han sido preteridos, los líderes indígenas se han aliado con todo tipo de forajidos y tránsfugas políticos que, en lugar de enaltecer a su movimiento, lo han empañado.

Todavía no han logrado llegar a la presidencia de la república, pero sus logros son importantes y visibles.

Gracias a su lucha, en el 2008, lograron que conste en la Constitución de la República, en su Art. 1.- El Ecuador es un Estado constitucional de derechos y justicia, social, democrático, soberano, independiente, unitario, intercultural, plurinacional y laico. Se organiza en forma de república y se gobierna de manera descentralizada.
En buen romance eso significa el reconocimiento de la existencia, valor y de los derechos que les asiste a los pueblos que por siglos fueron ignorados.

Con la llegada del movimiento indígena a la arena política, aparecieron, en su interior, los primeros síntomas de luchas internas, divisiones, uso inadecuado de las cuotas de poder en la administración pública, corrupción, engaños, mentiras y falacias propias de ambiciones protervas y perversas de ciertos líderes.

La llamada Secretaría Nacional del Agua que les fuera entregada para su administración por algún gobierno, pronto se convirtió en oficina del chantaje y la presión. Con el pretexto de entregar cuotas de agua de regadío a los campesinos, se les obligó a acudir a asambleas y asistir a marchas de protestas contra los gobiernos de turno.

La Dirección Nacional de Educación Bilingüe entregaba partidas de profesores a familiares y amigos de los líderes y de los directores.

Los dineros que enviaban ONG’s extranjeras para la buena marcha de las organizaciones indígenas, no siempre llegaron al destino propuesto, sino que fueron desviados a otros objetivos.

Ese mismo reconocimiento político obtenido obligaba a los miembros de las organizaciones indígenas a cumplir con las obligaciones ciudadanas que emanan de los derechos. Sería importante conocer cuantos de sus líderes y de sus miembros pagan puntualmente y sin trampa los impuestos al Estado y a los gobiernos autónomos descentralizados.

Autor: Dr. Fausto Jaramillo