Prejuicios y equivocaciones generales

Louis Pasteur

Manuel Castro M.

Lo mucho que ignoramos
Se ha puesto de moda hablar de la Inteligencia Artificial, los beneficios, los contras y las dudas (algunas muy inteligentes, otras de temor, pues no se podrá calificar a la IA de tonta ni de mal informada ni de vendida, como nos gusta calificar a lo que se odia o no se entiende).

Viene al caso lo que dice Shakespeare en el primer acto de “Hamlet”: Hay más cosas en el cielo y en la tierra, Horacio, de las que han sido soñadas en tu filosofía”. Se afirma que, en la realidad, ahora y antes, casi siempre hemos recurrido a la imprecisión, a la arbitrariedad (origen de los prejuicios), que no parecen ser los territorios conjeturales de las máquinas, computadoras u ordenadores.

Lo cual es aparente pues tales máquinas siempre serán dirigidas por los humanos, salvo libertades que le den los mismos humanos para ser arbitrarias, lo cual viene a ser una contradicción. Las máquinas no pasan de ser fórmulas, por ejemplo, las computadoras de ajedrez, no es que sean mejores que los grandes jugadores, sino que hacen millones de cálculos -o jugadas- en segundos, imposibles para la mente humana, por suerte, sino seríamos apenas una gran computadora, sin tiempo para amar, esclavizar y robar, hacer fraudes electorales, escribir un poema y hasta jugar al “Cuarenta”.

Surge entonces la pregunta ¿qué es la naturaleza? La ciencia nos da algunas respuestas, algunas equivocadas y aceptadas por el mundo, y luego descartadas por los mismos científicos. Conocimientos o teorías que ahora se saben desde la escuela primaria.

En principio parece todo absurdo y lógico a la vez. Paul Valéry, representante de la “poesía pura”, dice: “No hay que llamar ciencia más que al conjunto de fórmulas que siempre tienen éxito. Todo el resto es literatura”, frase que es un término medio (lo que consideraba sabiduría Salomón) entre lo que descubría el científico Einstein y escribía el poeta Shakespeare. Veamos, pues, como el mundo, ha ido ordenando sus conocimientos científicos, a través de los siglos, desde los disparates más aceptados hasta adelantos sustanciales.

El sol estaba quieto y la tierra se movía
Durante trece siglos se creyó que la Tierra era el centro de nuestra galaxia, cuando ya la ciencia a través de Nicolás Copérnico (1473-1543) recupera la idea (ya sospechada) de que el Sol era el centro de nuestra galaxia y no la Tierra, igual propuso un nuevo orden para los planetas en relación con el Sol, que la Tierra orbita el Sol una vez cada año y que la Tierra gira completamente sobre su propio eje cada día, provocando el día y la noche.

Desde luego, es el origen de los cumpleaños y del éxito del “Happy  Birthday” aunque  no el dormir en la noche, sí de la semana integral, del año sabático, o del saber ancestral de cuándo sembrar y cosechar los productos de la tierra, cuando ya lo  intuían los campesinos en casi todos los tiempos, lo que sucedía en el cielo, antes de que confirmen los científicos lo descubierto por Copérnico, quien dijo poco antes de morir: “Saber lo que sabemos y saber que no sabemos lo que no sabemos; ese es el verdadero conocimiento.” Lo interesante es que Copérnico descentra al hombre, le da una primera pauta de su poca importancia, pues somos parte de un universo tan vasto que no siquiera podemos imaginar, así fue la base de nuestra modernidad, al poder ver más allá de lo que ven nuestros ojos, que es lo maravilloso de la mente humana.

Por qué las cosas no salen volando
Gran problema y objeción para la teoría de Copérnico, si la Tierra no ocupaba el centro del universo, ¿por qué la piedra seguía cayendo hacia la Tierra y no salía disparada hacia el Sol? Asunto ya explicado en las actuales escuelas primarias, pero que ponía a los científicos escépticos de la época en serias dudas. Según la física tradicional -en la que si el estudiante, mejor dicho el estudioso, si no lo aceptaba, -no perdía el año como ahora, sino la vida- establecía una distinción decisiva entre el movimiento y el reposo: lo que se movía, se movía, y lo que estaba quieto, estaba quieto.

El movimiento era algo absoluto. Galileo lo refuta: El movimiento no es algo absoluto que hacen los móviles, sino que simplemente es una relación entre ellos: lo que se está en reposo para alguien, se está moviendo para otro observador “y por lo tanto, es indistinguible del reposo: si viajamos en un barco, los objetos del barco nos parecerán en reposo, en tanto su distancia a nosotros no varía.”

Para completar tales objeciones surge Isaac Newton (1643-1727), físico, teólogo, inventor, alquimista y matemático inglés, de una personalidad extraña y enfermiza, algunos lo califican de paranoico, pues perseguía a sus enemigos científicos con un odio tenaz. La astronomía copernicana y Galileo, le condujeron a cambiar el foco de sus estudios clásicos, así dijo: “Platón es mi amigo, Aristóteles es mi amigo, pero mi mejor amigo es la verdad.”

Se dice que una manzana le da la pista fundamental, cuando sentado bajo un manzano reflexionaba sobre los mecanismos del mundo, cayó una manzana: surgen de esta manera las leyes del movimiento, entre ellas, la de la gravedad o gravitación universal, las de la inercia, la relación entre la fuerza y aceleración y la ley de acción y reacción, todas planteadas luego con fórmulas matemáticas. Leyes que en el Ecuador nuestros asambleístas las derogarían por jorobar y revolucionarios y que el presidente las objetaría para contradecir.  El resumen la Ley de gravitación universal de Newton establece que cada partícula del universo atrae a cada otra partícula con una fuerza proporcional al producto de sus masas e inversamente proporcional al cuadrado de la distancia entre ellos.

Así fue como Newton explicó al mundo y marco la culminación de la revolución científica.

H20: Elemental, Antoine
Los alquimistas y los químicos habían comprobado que si se calentaba agua largo tiempo en un recipiente hasta que se evaporaba del todo, era posible juntar un fondo terroso, lo que mostraba -decían- que el agua se podía transformar, por lo menos en parte, en tierra.

Antoine Lavoisier (1743-1794), químico, biólogo, economista, considerado el creador de la química moderna, pesa el agua y llega a la conclusión que la supuesta tierra viene del recipiente y, por tanto, el agua no se transforma en tierra. Y lo que hoy sabemos todos: concluyó correctamente que el agua no era un elemento sino un compuesto de oxígeno y aire inflamable (oxígeno como se conoce ahora), la famosa fórmula H2O.

Entonces lo que hizo Lavoisier es demostrar -algo que parece tan elemental- que el aire es una mezcla de oxígeno y otro gas, nitrógeno. Lavoisier, entonces revolucionario químico, durante la Revolución Francesa, en la época del Gran Terror, perdió la cabeza en la guillotina por una disputa científica. Louis Lagranje o el marqués de Laplace, uno de los dos, pronunció al respecto: “Llevó unos segundos cortar esa cabeza y harán falta cien años para producir otra así”.

La evolución revoluciona
Unos versos argentinos dicen: “Los que son más adaptados/ reciben el mejor trato/ los otros se van derecho/ para la quinta del ñato (el cementerio). / Los rasgos adaptativos/ sufren acumulación/ que se hace más pronunciada/ en cada generación. / Y a medida que varían/ las circunstancias malevas/ las especies van cambiando/ y salen especies nuevas.” Los versos con mucha gracia  resumen el “Origen de las especies”, de nuestro tan conocido Charles Darwin (1809-1882), naturalista inglés, quien emprendió un viaje alrededor del mundo, y realizó un estudio de las especies que habitaban  en las Islas Galápagos y las comparó con aquellas que vivían en las islas cercanas, y propuso la teoría de la evolución biológica por selección natural, con la idea de que las especies cambian a lo largo del tiempo, mediante el proceso de adaptación dan origen a nuevas especies y comparten el ancestro común. Sin concluir fatalmente que todos los seres vivos tienen un ancestro común, lo cierto es que la teoría de la evolución ha influido notablemente sobre el estudio de los seres vivos, incluido -es lo importante- el ser humano., convirtiéndose en el eje de la biología. Fue tal vez una teoría que propinó duro golpe al orgullo humano, que llevó a una discusión entre la biología, la teología y la Biblia.

El jesuita Teilhard de Chardin, paleontólogo y filósofo francés, aportó -para tranquilidad de todos- una visión interdisciplinar de la evolución cósmica, una visión cristiana de la ciencia y la técnica, de tal forma que consideró que la visión del mundo de la ciencia no solo es compatible con la fe, sino que debe ayudarnos a conocer mejor al Dios creador.

Y concluyen los versos argentinos: “Milonguita darwiniana/ con su corte y su quebrada/ en seguida se termina/ y aquí no ha pasado nada”, pues lo completa otra canción popular: “Los argentinos no descienden del mono sino del barco.”

Estructura de la materia
Cinco siglos antes de Cristo, los filósofos griegos habían ensayado alguna respuesta sobre la estructura de la materia. Por un lado, Leucipo de Mileto y Demócrito de Abdera sostuvieron que todo lo que existe está compuesto de “átomos”, minúsculas partículas indivisibles, “de partes” que es la etimología de “átomo”. En cambio, Aristóteles negaba la posibilidad de vacío y se opuso y afirmó que la materia podía dividirse indefinidamente.

Creencias que se mantuvieron por siglos
La química dio respuestas (Dalton): los átomos se pueden pesar y así se pasaba del terreno de la filosofía al de la química, esto es, la teoría atómica: la materia está formada por átomos, que son partículas materiales mínimas e indestructibles y que todos los átomos de un mismo elemento son iguales entre sí, átomos que están compuestos por protones, neutrones y electrones, cada elemento tiene su propio número atómico.

En la actualidad se considera al átomo como un sistema solar en miniatura. De allí llegamos a la bomba atómica (la reacción en cadena), a las centrales nucleares. Hasta aquí es lo último que se encontró en la materia (los protones), pero antes lo último fueron las moléculas y los átomos, a lo mejor nos vienen nuevas sorpresas, cosas más y más chicas.

La infección microbiana
La vida y la muerte se cruzaban en Europa a causa de las pestes cotidianas, permitiendo sospechar a mediados del siglo XVIII que algo las transportaba. Los científicos de la época a través del microscopio mostraron un mundo invisible que hervía de vida, que llamaron “infusorios”, pero resulta que los pequeños e inofensivos infusorios eran capaces de fabricar cerveza y males.

Pero la gente por sentido común, lejos de la realidad, consideraba que a lo grande había que temer, como los terremotos, las balas de los cañones, etcétera, mientras que lo más pequeño, lo minúsculo, no podía representar ningún peligro.

Más, Louis Pasteur (1822-1895) químico y microbiólogo francés, demostró la naturaleza microbiológica de la fermentación y putrefacción y de muchas enfermedades de animales y humanos, debidos a organismos vivos y que no eran debidos a generación espontánea, como se sostenía hasta ese momento.

Pasteur crea las vacunas mediante el carbunco del ganado lanar (enfermedad de los cardadores de lana), la erisipela del cerdo y la rabia.

Con la ayuda del microscopio identificó Pasteur dos organismos: una levadura, que producía el alcohol por fermentación, y una bacteria que producía ácido acético, agriando así el vino, por suerte.

De tales estudios, teorías y experimentos viene la pasteurización, la derrota de la viruela (con la colaboración de las gallinas a Pasteur), rabia (con la colaboración de los perros) y la vacunación masiva, hoy tan en auge.

Otras teorías que conmovieron al mundo
Según la obra de Leonardo Toledo y Esteban Magnani son  “DIEZ TEORÍAS QUE CONMOVIERON AL MUNDO”.

Además de las comentadas, las otras son: La teoría de la relatividad (Einstein), La estructura de la tierra, La genética (Mendel), La teoría del Big Ban y la estructura del universo. Temas que merecen completarse con las respectivas historias y comentarios. 

Manuel Castro M.