Pírrica victoria

Shakespeare Abarca Córdova
Shakespeare Abarca Córdova

“Otra vez la justicia ecuatoriana hace el ridículo. Nadie les cree. Todos saben que es una vulgar persecución política. Más temprano que tarde serán ellos los que tendrán que enfrentar a la verdadera justicia. ¡Sinvergüenzas!”. Es lo que trinó, o más bien graznó Correa al conocer que por tercera vez la Interpol negaba el pedido de alerta roja solicitada por la justicia ecuatoriana.

El responsable de la brutal crisis económica que padecemos, con su orgía de despilfarro, cohechos y sobreprecios, aquel que nos hundió en la más execrable crisis social con sus abusos de poder, desmantelando la institucionalidad y socavando las bases del sistema educativo, que cerró y demolió escuelas, quien abrió nuestros cielos y puso la droga al alcance de nuestros hijos.

Aquel que nos enterró en la más lamentable crisis ética y moral haciendo de la corrupción una dama y del crimen un caballero que bailaban entre gallos de medianoche en el mismísimo palacio de Carondelet, donde por una década se forjaron atracos y latrocinios, mientras la justicia y las leyes, sordas ciegas y mudas se prostituyeron en manos de jueces y cortes de mercaderes, siempre serviles al todopoderoso capo de esta mafia, que sábado a sábado reía como hiena mientras destrozaba a quienes no bajaban la cabeza, ni aplaudían las torpes peroratas de quien en su enfermizo narcicismo era capaz de besar sus propios pies si hubiese podido hacerlo.

Este es el miserable que se atreve a llamar sinvergüenza a la justicia ecuatoriana, a esa justicia antes manejada por él a su antojo; provoca indignación en los ecuatorianos decentes y en aquellos miles de ecuatorianos perseguidos, en la década más oscura que ha vivido el Ecuador; un insulto así debió merecer el rechazo oficial al más alto nivel, porque es al país y a su sistema de justicia a quien se está denigrando.

La CNJ aclaró que las resoluciones de la Interpol no influyen en los trámites de extradición. Es extraño que la Interpol responda primero a la defensa del prófugo y no al país solicitante; una pírrica victoria la del autoexiliado, no es la primera vez que ese organismo no actúa sobre políticos corruptos, pues estos cínicamente invocan status de “perseguidos”. Esto no anula la validez y legitimidad de lo actuado por la justicia ecuatoriana, la Interpol no es juez para interpretar sentencias, como toda fuerza policial sólo es un ente operativo. El prófugo continuará autoexpatriado, pero su nombre seguirá constando para eterna memoria en la placa de la infamia.