Hoy resulta una certeza expresar que nuestra sociedad está pasando por una grave crisis, porque sus valores han desaparecido por la falta de moralidad, concomitante con una educación deficiente o muchas veces ninguna. Las faltas de fuentes de trabajo impactan negativamente en la estructura social y desarticulan el círculo familiar.
La influencia del narcotráfico criminal en sus diferentes facetas, resulta un coadyuvante para la desarticulación social. La ambición sobrepasa los límites del simple deseo o la mera aspiración desbordándose en extremos, canalizados con efectos nocivos, golpeando la estructura social de la colectividad. La riqueza como producto de un afán generalizado, se transforma en obsesión llevada a convertirse en frustración. La educación desdice de su capacidad para educar, pero por desgracia, naufraga en una sinfonía negativa.
Las estructuras políticas se apartan de sus claros objetivos de servicio que deben primar en ellas y deben ser puestas a disposición de la colectividad, pero traman insistentemente buscar sus propios intereses, para satisfacer de manera egoísta y traicionera sus verdaderos cometidos, sepultando al olvido las necesidades de la colectividad.
La democracia tambalea frente a los abusos del poder, que engendran un autoritarismo pernicioso dirigido por trincas partidistas. Las ideologías pasan a ser meros enunciados en una maraña insustancial, que desdice de su objetividad, que debiera ser loable. Los pueblos se revelan a las injusticias devenida de malos administradores, que generalmente trabajan en función de equivocados intereses.
El planeta mismo, se encuentra cansado degradado y mal tratado, sometido a la voracidad humana, protestando enérgicamente con furia inusitada de tormentas, tifones, erupciones volcánicas, riadas, lluvias torrenciales, deshielos devastadores y un porvenir desolador.
El progreso es esgrimido como embadurnado de demagogia en lugar de ser dirigido a lograr la satisfacción de los intereses de la colectividad en general.