Pancho: la decencia de la política

Los medios hemos sido pródigos en reseñar la trayectoria de Francisco Huerta Montalvo. Nuestra Revista Semanal considera una obligación entregar una amplia visión de quien fue un faro en la política ecuatoriana.

Las ópticas para mirar su vida van desde sus múltiples y más importantes condecoraciones dadas como consecuencia de su multifacética vida que se concreta en el político intachable, el médico con visión de cambios radicales, el profesor universitario, el periodista y fundamentalmente la línea transversal de su vida : ser un liberal radical.

Fue un faro en la política ecuatoriana frente a los ataques infantiles que se hacen hoy a los partidos políticos y a los políticos, confundiendo con los delincuentes que con el disfraz de políticos han saqueado el país los últimos quince años.

VIDA MULTIFACÉTICA.-

Su larga vida transcurrió siempre junto a las luchas políticas y a la defensa de los principios liberales y que siempre aclaró que el hombre era el centro del accionar político y que no bastaba ser liberal sino que el apellido era tan importante como el nombre y había también que ser radical.

Pancho Huerta, cómo realmente se lo conocía, nació en un ambiente de familia austera, investigadora, profundamente humana en la que su padre el doctor, Francisco Huerta Rendòn, investigador e historiador especializado en arqueología creó un ambiente familiar y siempre se entremezcló entre el estudio de su padre abarrotado de libros, papeles, escritos y piezas arqueológicas y al mismo tiempo con la línea proactiva de las luchas liberales cuyo líder durante más de 40 años fue su tío Raúl Clemente Huerta, a quien a veces publica o secretamente, siempre emuló.

Amigo entrañable de todos los que lo conocieron o trabajaron con él, su espíritu solidario lo lleva siempre a las intimidades de sus conocidos que siempre reciprocaban con afecto ese espíritu de hermandad y amistad. Todos los que nos cruzamos en su vida y en sus luchas nos transformamos en sus grandes amigos .

Fue víctima de todas las dictaduras porque jamás adquirió las cualidades del acomodo o del silencio cómplice y fue pródigo en denunciar todo lo que le parecía indebido en el manejo del Estado.

Obtuvo con una amplia votación en alianza con el CFP la alcaldía de Guayaquil y a los pocos meses Velasco Ibarra, declarado dictador, lo defenestró.

Los negociados en la dictadura de Rodríguez Lara lo llevaron al exilio. Fue siempre su vida entre la academia, la educación pública, los organizaciones de salud, ministerios y la integración de organismos del más alto nivel diplomático tanto nacional como internacionalmente. Su trayectoria como embajador y secretario ejecutivo del Convenio Andrés Bello, fue claro y visionario para impulsar los acuerdos de paz con el Perú.
La Universidad de los Barrios fue uno de sus proyectos emblemáticos pero quizás culminó su vida en la forma más importante que esperaba. Convertido en periodista, se integró a un diario de la respetabilidad, diario el Expreso en el que durante los últimos 15 años a más de difundir su pensamiento y sus columnas permanentes entabló una de las amistades más profundas de su vida con el director y fundador de dicho medio, el licenciado Galo Martínez Merchan con quien compartían visiones y luchas que los convirtieron en entrañables amigos, tanto que sus partidas difirieron tan solo 10 días. Misterios inexplicables de la vida.

Radical en sus conceptos y denuncias lo llevaron a una larga, peligrosa y desgastante lucha cuándo en representación de la Universidad de Guayaquil integró una Comisión de Transparencia y Verdad y en el 2009, con todo el peligro que significaba, denunció que el país se encaminaba a una Narco Democracia denunciando el evidente compromiso del gobierno de entonces con unas guerrillas narco delictivas y el ocultamiento durante una década de extrañas coincidencias que empezaron con el patrioterismo de sacar la base de Manta, desmantelar radares, compra de equipos obsoletos y abandono total del espacio aéreo ecuatoriano para el tráfico internacional de estupefacientes. Desafortunadamente la historia le dio toda la razón.

Rendimos un homenaje a su vida, a su rectitud en la lealtad a sus principios e increíblemente resulta también visionario el señalar que la vigencia de todo el sistema democrático supone una clase política bien formada y robusta por la que siempre luchó y al mismo tiempo entender que lo más elemental que debe tener quien dirige un estado es por lo menos una elemental visión política.