Pancho en campaña: EL PAÍS Y NO EL PAISAJE

Una reunión de trabajo, en 1.982, me llevó a conocerlo. Hasta ese momento, Pancho no era, para mí, más que un rostro conocido porque que aparecía en los periódicos.

La noticia llegó de improviso. En su amada Guayaquil había fallecido Francisco Huerta Montalvo, quien, luego de graduarse de médico en la Universidad de Guayaquil, prefirió olvidarse de los libros, los hospitales y las clínicas en las que podía atender e intentar cuidar y curar a unas cuantas personas, y dedicarse a la política donde podía hacerlo a cientos de miles, a millones de seres humanos que ocupan la quebrada geografía de nuestro país, esperando que sus enfermedades y miserias humanas sean atendidas con inteligencia y corazón.

Una reunión de trabajo, en 1.982, me llevó a conocerlo. Hasta ese momento, Pancho no era, para mí, más que un rostro conocido porque que aparecía en los periódicos. Había sido electo como Alcalde de Guayaquil y a los poco meses fue defenestrado por la dictadura de Velasco Ibarra. Como demócrata convencido protestó por el atropello cometido a la Constitución y la dictadura se ensañó contra él: fue enviado como preso político a un destacamento de nuestro ejército en algún punto abandonado de la selva oriental. Desde allí salió como uno de los líderes políticos, ya no solo de su ciudad, sino del Ecuador.

CONOCER AL PERSONAJE

Por aquellos días en que estreché su mano, por primera vez, dos eran los temas que ocupaban sus pensamiento: una infame acusación le había llevado a comparecer ante la justicia como responsable de haber firmado, como representante legal de la fundación FEDESARROLLO, con el Estado, lo que, según sus acusadores le impedía ser candidato a la presidencia de la república.

Esa acusación llevó al Tribunal Electoral de 1.978, a negar la inscripción de su candidatura presidencial y llevando a su partido, el Liberal a inscribir al Dr. Raúl Clemente Huerta, tío de Pancho, como candidato presidencial. Luego de que habían transcurrido cerca de cinco años, se acercaba el momento de una nueva campaña y Pancho pugnaba por ser candidato.

Mientras el juicio se ventilaba en los juzgados, quería producir de una serie de programas de televisión que llevaría como nombre: “Ecuador, biografía inédita”, en la que, según sus palabras, quería mostrar el Ecuador más allá de su paisaje, frase con la que buscaba contestar a Nicanor Parra, el extraordinario poeta chileno quién afirmaba que “creemos ser país y la verdad es que somos, apenas, paisaje”.

Un día, mientras trabajábamos en la provincia de Cotopaxi le llegó la noticia de que debía presentarse, al día siguiente, ante el Juez que llevaba la causa de Fedesarrollo. Debía retornar a Quito esa misma tarde. Le propuse quedarme en Latacunga mientras él podía llevarse mi jeep safari, y que luego de la audiencia regresara. Con una sorda carcajada me respondió que no sabía conducir puesto que nunca había aprendido y que no quería hacerlo ya que prefería tener la libertad de contemplar la geografía, saludar y conversar con hombres y mujeres, con jóvenes y con adultos mayores con los que pudiese encontrarse en el camino.

LA SENTENCIA

Así es que debimos suspender las labores del día y emprender el retorno inmediato a Quito. Ya en la capital, salió a comprar un terno, camisa y corbata para asistir al día siguiente a la audiencia que definiría su vida política. Lo de la camisa y la corbata fue fácil, lo difícil fue encontrar un terno adecuado para su talla, ya que el superaba el metro ochenta y cinco centímetros y pesaba más de doscientas libras.

Esa misma noche retorné a Latacunga, a continuar con las grabaciones del programa. Nos volvimos a encontrar el fin de semana para preparar el trabajo de la semana siguiente. En ese encuentro me comentó que la sentencia había sido breve, declarándole inocente del cargo que le imputaban y por lo tanto, podía presentarse como candidato presidencial a las siguientes elecciones. Decidió fundar un nuevo partido: el Demócrata. Su tarea, entonces, fue triple: conseguir los adherentes para el nuevo partido, recorrer el país en campaña electoral y proseguir con la producción del programa de televisión.

UN NUEVO PARTIDO

La conformación del nuevo partido le fue tarea relativamente fácil, sus antecedentes políticos, sus contactos y su carisma se pusieron de acuerdo para que, en algo más de tres meses, consiga el número de afiliados necesarios para que el Tribunal Supremo Electoral, lo reconociera como un partido político y le otorgara el número 3.

La campaña, por su parte, tomó vuelo gracias a que muchos ecuatorianos se acercaron al candidato a ofrecerle su apoyo. Pancho no aceptaba dinero, pero si lo hacía cuando esos aportes eran en especies, es decir: un local donde funcionaría la central de campaña o las sedes de la campaña en los diferentes cantones del país. Alguien puso a disposición un vehículo blaser, mucho más cómodo que mi jeep safari, y apto para las movilizaciones del candidato. Otro partidario le ofrecía la impresión de carteles. Otra persona pagaba al personal que recorrería tal o cual ciudad pegando dichos carteles. Así, poco a poco se fue conformando una infraestructura de la campaña que cubrió todo el territorio nacional.

LA CAMPAÑA NO ES SOLO RECORRER EL ECUADOR

Con el candidato, entonces, iniciamos un recorrido por todo el Ecuador. Gracias a nuestros viajes anteriores teníamos conocimiento de las carreteras, de los locales y sitios a donde dirigir nuestros pasos. Así, fue, que en la gerencia de la campaña pudimos diseñar el calendario de las visitas a casi todos los cantones del país, las rutas y horarios de viaje, aunque, como siempre sucede en estos casos, los imponderables obligaban a modificar lo pautado.

Recuerdo una vez que debimos viajar a Tulcán. La prisa demandaba su presencia antes de las 09h00 del día siguiente. No existía vuelos comerciales y alquilar una avioneta, no era posible porque a más del costo, el viaje debía ser inmediato. La decisión fue entonces, viajar esa misma noche.

Salimos de Quito cerca de las 02h00 de la madrugada, luego de varias reuniones. Alrededor de las 06h00, en la fría provincia del Carchi nos afectó el hambre. Debíamos buscar algún sitio donde comer algo y saborear alguna bebida caliente. Llegamos a San Gabriel y entramos a la ciudad a recorrerla. En una calle alejada del centro, encontramos un local donde sus dueños habían empezado la jornada. Supongo que la toda la familia estaba en la labor de asearlo al momento de que nosotros entramos en el salón. Claro, el padre reconoció al candidato y amablemente nos dijo que no tenían preparado nada y no podría atendernos. La señora, desde atrás, donde supongo estaba la cocina, gritó que esperáramos un instante. Salió y luego de saludarnos nos dijo que había quedado del día anterior uno poco de papas con cuero y que, si lo esperáramos, ella lo calentaría. Claro que esperamos, y mientras lo hacíamos, fueron llegando otros ciudadanos de dicha ciudad. ¿Cómo se enteraron de que Pancho Huerta estaba en ese lugar? No lo se, pero de pronto el local estaba invadido de partidarios que querían conocerlo, mientras otro grupo estaban fuera del mismo.

Cuando la señora, amablemente, puso en nuestras manos el plato caliente y apetitoso, yo miraba algún sitio en donde Pancho pudiera sentarse a comer y atender a los visitantes. De pronto, el candidato tomó una silleta y la sacó del local, la colocó en la vereda y allí mismo empezó a comer y a conversar con todos ellos. Creo que ese gesto de humildad y amistad del candidato conquistó más votos que los que hubiera podido si se hubiera realizado un mitin político con discursos y fanfarria.

LA ABURRIDA RUTINA

Las reuniones diarias que mantenía con diversos sectores y líderes locales eran lo que más consumía su tiempo. Los comités encargados de los diversos temas y propuestas que alimentaban la redacción de un plan de gobierno debían recibir su aprobación, lo que en ocasiones causaba molestia entre sus integrantes. Recuerdo, por ejemplo, que jóvenes economistas profesionales y estudiantes universitarios de los últimos años, acudieron a la central de campaña acompañados de la más alta tecnología; unas enormes computadoras alimentadas con unos delgados discos de similar tamaño a los de 45 rpm, que demostraban con sus datos, los problemas de las finanzas públicas y sus hipotéticas soluciones.

Luego de escucharlos atentamente, Pancho les sugirió que validaran esos datos con gente de los barrios marginales y con campesinos de la Costa y de la Sierra.

Los proponentes argumentaron que los interlocutores propuestos no entenderían nada de las políticas y acciones que ellos proponían, porque no habían estudiado; a lo que Pancho les contestó: “es verdad, ellos no han estudiado, pero ellos viven los problemas que ustedes pretenden solucionar con sus propuestas”.

Mítines, viajes, cambios de clima y de ciudades, comidas, búsqueda de personas para que conformen las listas y, sobre todo, diálogos directos con los hombres y mujeres del pueblo fue la tónica de la campaña del candidato.

RESULTADOS

Al final, los ecuatorianos no le entregaron su confianza como para que sea su presidente. Al parecer, el caso Fedesarrollo, a pesar de la sentencia absolutoria, había hecho mella en su imagen, al igual que el haber aceptado la cartera de Salud en el gobierno que terminaba su mandato.
Nunca más intentó emprender otra campaña presidencial. Encontró su camino de servicio a su país en otras actividades: Ministro, Embajador, Catedrático universitario y periodista agudo y sagaz. Desde allí vislumbró el futuro de su país.

Por mi parte, luego de la campaña empecé a comprender el contenido de la frase del Dr. Francisco Huerta Montalvo, “hay que mirar el país donde habita su gente hasta que el paisaje sea solo un escenario”.

Autor: Fausto Jaramillo Y.