Oswaldo Viteri Paredes y sus “muñecas de trapo”

Hacia donde vamos América, 2005 Foto: www.oswaldoviteri.org

Gonzalo Sevilla Miño | [email protected]

Afirmaba que habría de morir con el pincel en la mano, fue un artista multifacético, ha pintado al óleo, con acrílico, ha dibujado, ha hecho ensamblajes en los que expresó la cultura mestiza y occidental.

En su obra se encuentra una suerte de fundición entre lo sacro y lo profano. Utilizó la tierra, el fuego representado por el sol, el agua, el polvo de los volcanes, elementos que le permitieron realizar una obra extraordinaria en una serie que la tituló “Muñecas de Barro”. Fue un taurino convencido, le fascinó el arte de la tauromaquia, afición que la ha plasmado en innumerables cuadros alusivos al arte de Cúchares. Practicó el realismo, el arte moderno y la neo figuración. Me refiero a Oswaldo Viteri Paredes, gran artista ambateño, nacido el 8 de octubre de 1931.

Sus memorias

En agosto de 2003 escribió sus memorias, obra en la cual, según él mismo, intentó seguir un camino que sería el testimonio de su vida y de su trayectoria que tienen íntima vinculación con la realidad social, política, económica y religiosa de su pueblo. Su formación académica la obtuvo en el colegio San Gabriel de Quito y su título de arquitecto lo obtuvo en la Universidad Central del Ecuador; de manea que, desde los doce años vivió en Quito.

Atribuye haber sido influenciado por una suerte de fuentes de inspiración: el Tungurahua, volcán al que califica de bravo y activo, el Cotopaxi le dio magia y amor, y el Pichincha, humanidad y asombro. Cuenta en su libro que, algo que le marcó profundamente fue que, pese a la corta edad que tenía, gracias a que su padre, el doctor César Viteri, prestigiado galeno ambateño, todos los días, al leer los periódicos, iba desojándolos y él, Oswaldo, a cierta distancia los recogía y podía ver en las fotografías los horrores de la Segunda Guerra Mundial.

Esta impresión fue tan intensa que, setenta años después, en una suerte de explosión, consiguió plasmar, con trazos vigorosos y dramáticas texturas, “Los Desastres de las Guerras”, una serie de pinturas que expuso en 2005, en las que intenta sacar tanto dolor y sufrimiento represados en su psique y en lo más profundo de su ser.

El terremoto de Ambato

Otro acontecimiento que también le afectó mucho, fue el terremoto de Ambato, el cinco de agosto de 1949. Sus padres habían viajado a Quito para que a su madre le practicaran una cirugía. Oswaldo estaba en su casa, lo mismo que una de sus hermanas y su abuela. El sacudón había sido tan fuerte, que la casa se afectó y en medio de la polvareda consiguieron ponerlas a salvo, pero otra hermana estaba de visita en donde alguna amiga, fueron a buscarla y afortunadamente la encontraron sana y salva.

En el recorrido que hicieron se encontraron con escenas terribles: había cadáveres bajo las piedras, gente herida que gritaba pidiendo auxilio. Pudo ver la tragedia de la iglesia Matriz que se derrumbó sepultando a decenas de personas en su interior. Posteriormente, y luego de una corta estancia en Quito después del terremoto, regresó a Ambato a ayudar a su padre en tareas de rescate a las víctimas de la ciudad y de los pueblos aledaños. Aquella experiencia le fue marcando profundamente porque para hacerlo era indispensable mucha energía y fuerza de espíritu.

Influencia Europea y Norteamericana
A fines de los años 40, llegó al país un pintor holandés llamado Jan Schreuder que había abierto una escuela para ofrecer clases de dibujo y pintura como alternativa a la Escuela de Bellas Artes. Pese a los altos costos que representaban los cursos, el hermano de Oswaldo, César, se hizo cargo de correr con esos gastos. Schreuder fue quien le orientó en el dibujo y en la modernidad en la pintura, superando el realismo social imperante en esos años.  Más adelante llegó al Ecuador el norteamericano Lloyd Wulf, que fue quien influyó decisivamente en el arte de Oswaldo Viteri al haberle inducido a reflexionar acerca de la relación del arte con la vida, la abstracción particularmente, así como sobre el zen budismo que trata de llevar la práctica y la enseñanza del despertar más allá de cualquier doctrina, palabra o de forma convencional de comunicación. Con Schreuder aprendió sobre todo a trabajar el modelo desnudo, la inmediatez del dibujo y a experimentar con el color y las formas. Con Wulf, las enseñanzas fueron para toda la vida, independientemente de cualquier técnica o práctica. 

El norteamericano y el europeo difundían un acervo respecto del arte, la crítica y la literatura, algo que no ocurría con los artistas ecuatorianos que se encontraban anclados en el indigenismo y en la fuerte influencia del muralismo mexicano.

De gira por el mundo
Paulatinamente fue evolucionando al haber viajado y observado el mundo del arte en otras latitudes: En Brasil tuvo la oportunidad de trabajar con Roberto Burle Marx, uno de los mejores arquitectos del mundo en diseño de jardines. Después, ya de regreso a Quito, trabajó en importantes proyectos relacionados con el desarrollo de la ciudad, en calidad de ayudante de Oswaldo Guayasamín. Hicieron el mural de la Presidencia “El descubrimiento del Amazonas”, y el del Paraninfo de la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad Central. En esa época realizó importantes obras como “El hombre, la casa y la luna” que le hizo ganador del premio Mariano Aguilera de 1960. Con la obra “Muertos” ganó el Gran Premio del Salón Bolivariano de Guayaquil en 1961. Es de ese mismo período “Hombre Cósmico” que se encuentra en la Biblioteca Luis Ángel Arango de Bogotá. En 1964 volvió a ganar el Mariano Aguilera con “Dibujos a bolígrafo”.

En 1968 Viteri empezó una serie interminable de dibujos taurinos al influjo de su gran afición taurina y de la Feria Jesús del gran Poder. Entre 1970 y 1972 la creación artística de Viteri fue intensa, sobre todo, de dibujos de extraordinaria fuerza y gran formato. A finales de 1972 llegó a Quito Julio Cortázar con quien estableció un vínculo muy estrecho. El formidable escritor argentino sorprendió a Viteri porque, decía, que preguntaba como un niño curioso sobre todo y prefería improvisar un cuento que responder a la constante diatriba sobre el fenómeno del “boom” latinoamericano.

También en esa época, en el taller de su casa, se llevaban a cabo experiencias con artistas expertos y con neófitos: proponían un tema, buscaba materiales e improvisaban sus iniciativas, Viteri evaluaba la personalidad de los participantes y enriquecía su vida artística e intelectual.  En 1978 presentó su obra en el Salón de Mayo, en la Explanada de la Defensa de París, anteriormente fue a Nueva York. Era la primera vez que Viteri visitaba centros de arte en museos y galerías, experiencias que gravitaron grandemente en la memoria y en la sensibilidad. Ese mismo año ganó el concurso para realizar el mural del nuevo edificio del Banco Central en Ambato. Ese mural representa la ciudad, sus árboles y su río. Como se trataba de una obra de gran envergadura, le ayudó el gran muralista   Jaime Andrade, y sus ayudantes fueron María Mercedes Jaramillo, Janet Rueda, Fernando Carrión y Gonzalo Guachamín.

En 1981 participó en la Bienal Iberoamericana de Pintura Coltejer de Medellín. En 1984 fue invitado por el presidente Oswaldo Hurtado para que pinte los retratos de Eugenio Espejo y de Manuelita Sáenz que cuelgan en las paredes del despacho presidencial. Posteriormente expuso su obra en Jerusalén, Portugal y España. Tomó parte en una interesante propuesta que consistió en intercambiar un cuadro por un tour a China, Japón, Tailandia, Hong Kong. En 1986 participó en la exposición “La presencia de los Siglos”, en Buenos Aires. En 1988 expuso en el Museo Rufino Tamayo de México. En definitiva, la gigantesca obra de Oswaldo Viteri ha recorrido el mundo entero.

En 1997 recibió el Premio Nacional Eugenio Espejo que es el máximo reconocimiento al mérito que se hace en el Ecuador.

Este extraordinario pintor ecuatoriano falleció el 24 de julio de 2023.

FUENTES: Memorias de Oswaldo Viteri. | AMBATICUM de Gerardo Nicola Garcés

Gonzalo Sevilla Miño | [email protected]