La dolarización y sus parásitos

Sugerir que los ecuatorianos pueden verse obligados a usar una moneda que no sea el dólar es deshonesto y falaz. El dólar no está en riesgo, pero lo que sí debería desaparecer es la torcida ‘dolarización’ actual.

En 2000, los funcionarios del Banco Central no tuvieron la dignidad de renunciar y prefirieron buscar cómo justificar su puesto. Por ello, el Ecuador tiene que vérselas hoy con una institución anómala que hace, a medias, tareas ajenas (genera cifras con pretensiones académicas, es protagonista en el comercio internacional, coordina a la banca privada, es banco del gobierno, importa divisas, etc.) y que todos preservan porque es un suculento botín político.

Ecuador tiene una liquidez muy alta y una bancarización muy baja. La gran mayoría de la población ecuatoriana no necesita que nadie le garantice la dolarización porque tiene sus dólares a la mano y los sabe defender muy bien, tal y como lo ha hecho por décadas, con diferentes monedas y bajo diferentes regímenes. A diferencia de otros países más ‘desarrollados’, no somos un país con una población mayoritariamente esclavizada de por vida por sus deudas con la banca privada. Sin embargo, la banca cuenta con garantías estatales y es el Estado quien debe proveer divisas, a veces incluso endeudándose, en nombre de la susceptibilidad de una minoría banquera o bancarizada que bien podría y debería organizarse sola.

Igualmente, el frenesí importador de un pueblo pobre y laboralmente estrangulado solo se explica por la irresponsabilidad de un Estado que, sin tener los recursos, se ha arrogado la tarea de garantizar divisas y respaldar, con deuda, los caprichos del país en su peor era de derroche.

Mientras el gobierno estadounidense sea poderoso, el dólar no desaparecerá de Ecuador. Pero el Estado deberá renunciar a su tarea de asegurar la disponibilidad y el buen estado de las divisas, la banca deberá aprender a sobrevivir sin la garantía estatal, importar será más arriesgado, la burocracia un oficio más modesto y el dólar de la gente común algo cada vez más valioso. ¿Qué hay de malo en ello?