Asechanzas del maligno

Siempre conviene recordar para tratar de entender aquello que nos abruma por lo indignantemente absurdo o ridículo y, entonces, nos toca pensar en malos recuerdos.

Por más de cuarenta años, desde que regresamos al régimen de derecho, hemos vivido de tumbo en tumbo, con presidentes y altos funcionarios que, como cosa normal, fugaban para disfrutar lo robado y volver cuando prescribían sus causas judiciales.

El peculado, el cohecho, la delincuencia organizada, han sido comunes entre quienes nos han gobernado; Bucaram sigue protagonizando shows mediáticos del más vulgar y grotesco estilo; pensar que tuvimos diez años de sabatinas, que los noticieros informaban frecuentemente de la iracundia de un malcriado que se arrancaba los botones de la camisa, desafiando a las fuerzas del orden, que rompía los diarios en señal de prepotencia; pensar que los principales líderes del gobierno de la “década ganada,” están prófugos porque son imputados por varios delitos que nos han puesto en la mira internacional como uno de los países más corruptos del mundo.

Todo lo anterior es nefasto y lo más grave es que los mismos personajes que han protagonizado tanto escándalo de corruptela, los que desfalcando el país, privaron a los más pobres de las mínimas atenciones, sometiéndolos al desempleo, la enfermedad y el hambre, esos mismos quieren volver con todo el descaro y hoy prometen las mismas acciones, como máxima oferta.

Los electores que siguen esa corriente, la correísta, son definitivamente de tres tipos: o de una minoría ingenua, ilusionada todavía en el ideal socialista; o de una buena mayoría ignorante, sin mayor instrucción y con inmensas necesidades o, del grupo más peligroso: la facción de pícaros detrás del botín que el gobierno promete.

No hay otra verdad, el populismo es la respuesta de un pueblo desesperado a las propuestas de un “malandrín”, que aprovechando los desgobiernos vergonzosos que se han sucedido en la historia del país, surge como redentor en un nefasto momento y circunstancias.

Lo más triste de todo es que los ciudadanos con valores éticos, talento y capacidades, por tanto útiles en estos tiempos de crisis, se han vuelto indiferentes, aun invisibles, seguramente por obra del mal que ha defraudado todo entendimiento y que peligrosamente nos asecha de nuevo.

Ojalá hubiese algún candidato que llene las expectativas ciudadanas y desde una perspectiva libre e inteligente proponga un verdadero arreglo al desastre que dejaron los socialistas del siglo XXI, que sin vergüenza quieren retornar a sus fechorías.