Relatos de sobrevivientes de violencia de género “Él me golpeaba y yo sentía que era mi culpa”

Cifra. En lo que va del 2020, se registran 101 femicidios. La pandemia aumentó la violencia intrafamiliar.
Cifra. En lo que va del 2020, se registran 101 femicidios. La pandemia aumentó la violencia intrafamiliar.

Con su testimonio buscan que a nadie más le pase. En Ecuador, cada 72 horas muere una mujer por femicidio.

Es una tarde de viernes. “Quito es un congelador”, dice Mariana V., cuando logra conectarse a la llamada de Whatsapp que minutos más tarde recibe a otra mujer: Priscila A.

No es coincidencia que eviten dar sus apellidos. Ambas llevan procesos judiciales en contra de sus exparejas y, aunque están abiertas a contar su historia, creen que mostrarse completamente las revictimiza.

Mariana y Priscila son sobrevivientes de la violencia de género que cada 72 horas, en Ecuador, cobra una vida. Dicen que hoy se sienten fuertes y esperan que sus testimonios les sirvan a otras para salir del laberinto que representa la violencia machista. (AVV)

‘Cerré los ojos y me resigné a morir’, Mariana (34 años)

Yo tenía 25 años cuando me casé. Mi esposo fue mi compañero dos semestres en la universidad y luego nos hicimos novios.

Yo la verdad estaba muy enamorada, él era muy caballero y amable. Toda mi familia le quería.

El noviazgo fue lindo, pero un año antes de casarnos él se portaba distinto. Un día me dijo que yo salía mucho con mis amigas y que eso le hacía repensar lo de la boda. Yo dejé de salir.

Yo pensaba que él tenía razón, que si íbamos a formar un matrimonio ya eso de ir a bailar no estaba bien. Luego de casarnos todo empeoró – o sea ahora sé que empeoró porque ese entonces no me daba cuenta de la manipulación y violencia que vivía–.

Siempre me hacía cometarios hirientes, me decía que era una inútil, que en la universidad todos sabían que yo solo fui para buscar marido que me mantenga. Claro, él me mantenía porque como nos casamos siendo estudiantes, él se graduó antes y consiguió trabajo.

Cuando yo ya tuve trabajo, él me iba a ver a la salida, me celaba con todos mis compañeros, me espiaba para ver con quién almorzaba. Yo perdí la paciencia y le reclamé y ahí vino el primer golpe. Me dio una cachetada que me hizo ver luces, luego me cogió del pelo y me dijo “mañana renuncias a esa mierda o voy y te hago esto enfrente de todos”.

Yo renuncié y me dediqué a vender cosas por catálogo. Yo sentía que era mi culpa, que capaz y si le di mucha confianza a mis compañeros de trabajo. –Ahora ya sé que jamás tuve la culpa–.

Después de eso yo me convertí en otro mueble de la casa. Yo nuca salía, ni a fiestas familiares. Me alejé de todos los que me conocían. Él claro sí salía. Todo pasó en tres años de matrimonio, pero yo sentí que fue un siglo.

Para el cuarto año quedo embarazada y él se emocionó. De hecho tuvimos unos meses buenos, yo sentía que el bebé había hecho un milagro.

Cuando yo tenía 20 semanas de embarazo le dije que cuando nazca el bebé yo necesitaba conseguir también trabajo porque no nos iba a alcanzar la plata. Él se puso como loco, me gritó, me escupió, me lanzó al piso y me pateó. Yo lloraba y en un momento ya no podía respirar, sentí que ese era el último día de mi vida. Cerré los ojos y me resigné a morir.

Perdí la consciencia. Mi hermana mayor me contó que la vecina del departamento de al frente llamó a la Policía. Él estaba preso y yo en el hospital. Mi bebé muerto, los golpes me provocaron un aborto. Luego de eso yo no quería presentar la denuncia porque entré en un shock emocional, yo era como un ‘zombie’, incluso ahí me seguía culpando. Sentía que si yo no hubiese hablado del trabajo él no hubiese reaccionado así y mi bebé habría nacido.

Mi familia me levantó me dijo que debía comenzar acciones legales porque si dejaba pasar el tiempo era peor. Finalmente lo hice, un año y medio duró el tema legal, fuimos a juicio y él fue condenado a ocho años de cárcel por aborto con muerte, hoy que ya ha cumplido casi tres años en la cárcel y que veo cómo pasa de rápido el tiempo, veo lo injusto que fue todo, porque casi me mata y eso no le aumentó la pena ni nada.

‘En Youtube aprendí a taparme los morados’, Priscila (29 años)

Yo soy de Ibarra y me vine a Quito a estudiar gastronomía en un instituto. Un día en el Teleférico con mis amigas nos hicimos amigas de unos chicos, luego de eso tuvimos más salidas y me terminé haciendo novia de uno de ellos.

Al inicio no era una relación así muy formal. Yo como vivía sola, le dejaba que se quede en mi departamento. Ya luego empezó a criticarme mi manera de vestir. Me insultaba delante de mis amigas. Me sacaba de fiestas y si estaba borracho era peor.

Yo me enojaba y él siempre venía con algún detalle y decía que le disculpe, que como nunca ha estado enamorado no sabe cómo comportarse. Yo le perdoné pero ya luego no solo me insultaba. El primer golpe que me dio fue un puñete en el ojo, supuestamente por unas conversaciones mías en el celular que, hasta ahora, no sé cómo desbloqueó.

Yo sentía que tenía el ojo abierto, me metí corriendo al baño y vi que le tenía cerrado y verde. Eso fue de noche y pese a lo que me hizo se quedó en mi departamento a dormir y yo terminé pidiendo disculpas.

Al otro día yo tenía una prueba práctica y te hacen no solo cocinar sino servirles a unos invitados que luego te califican. Imagínate yo con la cara así y no quería contarle a nadie. Entonces puse en ‘Youtube’ tutoriales de maquillaje para tapar espinillas y entre las opciones me sale para tapar moretones.

Ahí una chica te enseña cómo taparte los golpes de la cara o de los brazos. Me pinté, se tapó el morado pero seguía sin poder abrir bien el ojo.

Y esa no fue la única vez que recurrí a esos tutoriales. No sé cómo explicar pero mientras peor era la situación yo sentía que más dependía de mi novio, que no quería que me deje o que no iba a encontrar a nadie más.

Todo era cada vez más tóxico hasta que la última vez yo estaba yendo al instituto y él me dice que debía ver unas cosas en el terminal de Carcelén y que si le puedo acompañar, yo le dije que no podía faltar a clases porque de hecho el año que fuimos novios falté mucho.

Entonces, mientras caminábamos, íbamos gritándonos, peleando y yo le digo que ya no quiero estar más porque no es bueno para mí. Yo no acabé de hablar y él me tenía contra una pared asfixiándome. El guardia de un local se metió, llamaron a la Policía y luego fuimos a la Fiscalía, a mí me acompañó una amiga que luego les llamó a mis papás.

Luego los papás de él me decían que yo era la dañada que si el hijo se quedaba en mi departamento era porque yo era una mala mujer. O sea, justificaron todo diciendo que mi novio tenía ataques de celos por mis malos comportamientos.

Luego ya tuvimos la audiencia de llamamiento a juicio, yo dejé de estudiar, mi mamá se vino a Quito a vivir conmigo. Mi papá no, porque también me culpó.

Y bueno, luego de 10 meses fue el juicio y para sorpresa mía le dieron 20 meses de prisión por lesiones leves con agravantes. Mi mamá gastó $3.100, en un abogado que nos dijo que iba a “luchar” para que sea procesado por intento de homicidio y que eso eran como 10 años. Pero creo que yo no le importaba ni al abogado, ni a la jueza, ni a la psicóloga. Todos, pero todos, me preguntaron si yo consideraba que mi comportamiento le ocasionaba celos a mi novio. ¿A caso los celos justifican que te asfixien?

Luego que salí de ahí mi novio me mandó un mensaje y me pidió perdón, yo me regresé a Ibarra, cambié de número y dejé de estudiar. Ahora me siento recuperada, con confianza en mí misma pero ya no soy como antes. No salgo y tampoco quiero conocer a nadie.

Red de Casas de Acogida Ecuador