Apetito perverso

Si hacemos en nuestro país una retrospectiva de algunos años, nos encontramos irremediablemente, con un pasado lacerante que ofende a la dignidad de la nación, precisamente cuando la historia nos remonta a episodios desgraciados, en el manejo de las instituciones públicas. Es doloroso y al mismo tiempo lamentable, pero también reprochable, que muchos funcionarios de las más elevadas funciones de la administración pública, hayan sido presa de la seducción por el impulso del deseo, para luego aterrizar, en las pistas de la infamante delincuencia, echando por la borda la honra.

Presidentes, Vicepresidentes, Asambleístas, Ministros, Jueces de Cortes, Juzgados y Judicaturas, Gobernadores, Intendentes, Militares, Policías, Prefectos, Alcaldes, Juntas Parroquiales, Directivos de Hospitales, etc… que podría ser una lista interminable y a la cual se le agregaría un gran número de avivatos audaces del sector privado, como de la delincuencia organizada, en contubernio con las aduanas y otras instituciones, arrastrándose como el abrojo por sendas copadas de inmoralidad.

Estas pocas apreciaciones nos llevan a determinar, en un ejercicio de calificación, que nos encontramos con la triste realidad, para expresar que en el país existen un número inimaginable de Alibaba y que los buitres que los acompañan, serian una cadena incuantificable, como un ejército de corrupción, saqueadores del dinero del pueblo ecuatoriano.

Podemos manifestar que la usencia de ética en la formación de la conducta social, nos lleva al desconocimiento de lo que significa dignidad, razón más que suficiente que nos obliga a ejercer una lucha frontal para recuperar los valores que demanda toda sociedad.

Carlos Concha Jijón