Por esas actitudes

En un canal local, pude observar varios reportajes acerca del cumplimiento de la ciudadanía con respecto al toque de queda actual que empieza a partir de las dos de la tarde. Durante el tiempo que duraron los reportajes se pudo visualizar a varias personas incumpliendo los horarios sin el más mínimo desparpajo e incluso insolentándose en contra de las autoridades responsables en velar que se cumpla con lo que dicta el Comité de Operaciones de Emergencias (COE).

Un individuo que a pesar de estar esposado y resguardado por miembros de la Policía Nacional acomete salvaje acto de ira dando un puntapié a una motocicleta policiaca volcándola y provocándole daños. Una mujer que corre despavorida al ver las cámaras televisivas y que en unas escuetas e irresponsables declaraciones asegura saber que al salir a la calle hay que usar mascarilla pero no la usa porque “no le da la gana”.

Otra mujer en la calle al ver a las autoridades entra a su domicilio y al cerrar la puerta de acceso a su casa el periodista se le acerca y le pregunta si tiene miedo a contagiarse con el coronavirus, a lo cual ella responde que no, con total desparpajo y para añadir “la cerecita” al pastel, le interroga sobre qué siente al saber de las noticias de la muerte de personas a manos del mortal virus, ella responde sin pudor ni un mínimo de vergüenza: “no siento nada”.

No sentir dolor por la muerte de personas aquejadas por la Covid-19 es quizás tolerable, pero si estas personas pasaran por lo que muchos en todo el mundo han pasado, esto es la pérdida de un ser amado, de seguro no pensarían de igual marea. ¿Acaso por lo menos no verán los noticieros?, leer periódicos ni me atrevo a preguntar, sería arar en el mar, sería quijotesco.

Pero no sentirse compungido al saber que familias enteras fueron arrasadas por este virus. Padre, madre, esposo, hermano. O la muerte de la esposa quedando con dos niños menores de edad a quienes cuidar. Gente que aún ya más de dos meses no logra conseguir ni ubicar el cadáver de su madre, de su padre o de su familiar. ¡Qué va, qué van a sentir si no les ha ocurrido a ellos! Pero para reclamar, pero para exigir y para no cumplir usando la ley de “no me da la regalada gana” no existen pretextos y finalizan diciendo sin descaro alguno: póngase en mi lugar.

Luis Coello Kuon Yeng

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