Lecciones

Esta crisis no tiene precedentes. Los países más ricos pusieron en cuarentena a ciudades y países, dieron más recursos a sus sistemas de salud y aun así, no lograron contener al nuevo virus. Este brote ha puesto de relieve la ciencia de la enfermedad.

En nuestro país, tampoco estábamos preparados. Según la última encuesta de Click Report, el 89,24% de los consultados -en Quito y Guayaquil- asegura que faltan condiciones para combatir la pandemia.

El Gobierno respondió con celeridad a través del Comité de Emergencia Nacional, aunque eficacia y eficiencia quedan en duda porque al analizar el registro de su accionar, sobresalen oportunidades desperdiciadas y tropiezos cruciales. Es cierto que tomó la amenaza mucho más en serio que sus vecinos latinoamericanos, a pesar de que algunos funcionarios se dejaron llevar por pensamientos mágicos, y fueron reacios a tomar decisiones.

Quedó al descubierto el nivel de degradación del Ministerio de Salud, junto con recortes presupuestarios. El trabajo de investigadores, profesionales de la salud, becarias/os, residentes y universitarias/os, fue menospreciado. La ausencia de profesionales especializados, carencia de laboratorios para realizar las pruebas, ausencia de insumos revelan la precariedad del sistema.

Incluso cuando el Gobierno dispuso el ‘quédate en casa’, nadie entra y nadie sale y un toque de queda para combatir el virus, no comunicó la amenaza con la convicción necesaria.

Roces y fricciones entre el COE nacional con acaldes crearon confusión y una falsa sensación de seguridad que permitieron que el virus se propagara. Desde sus parcelas de poder, se sintieron Quijote o Sancho Panza. Les costó admitir vulnerabilidad.

Los eventos de octubre pasado y la pandemia dejan clara la necesidad de contar con mejores políticos y un Estado eficiente. A nivel personal, algo bueno puede salir.

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