El país que nos viene

Rodrigo Contero Peñafiel

Leemos y escuchamos con mucha atención cómo los movimientos y partidos políticos se van acomodando a las futuras elecciones. Muchos actores de izquierda, derecha, centro o sin identificación ni rumbo dicen que sacarán al país del enredo revolucionario del que nadie es responsable y la corrupción es vista como “persecución política”. Los “nuevos actores” miran al país como el labrantío perfecto para seguir jugando a la crisis socialista en contubernio con quienes les corresponde poner en orden los procesos electorales tan cuestionados por la ciudadanía. De su accionar quedan más dudas que certezas.

En la realidad estamos asistiendo a un retorno de la historia, con las mismas viejas figuras políticas de siempre que nos hablan de modernizar el Estado, de cómo combatir la delincuencia y la corrupción, de refrescar los cuadros sociales con nuevas ideas de cambio y de su pasado glorioso; tan glorioso, que el país nunca ha salido de la pobreza, la inseguridad, la falta de emprendimientos, de nuevos campos laborales o nuevos rumbos. El entramado de instituciones, así como determinados principios nacionales, nos demuestran todo lo contrario.

Muchas de las opiniones y reflexiones de quienes se sienten predestinados, y algunos insustituibles reencauchados, deben rendir cuentas al país de su azaroso pasado y exponer una revisión crítica de sus ponencias. Hay que solicitarles, al menos, actualizar sus conocimientos, leer la historia de la patria y del mundo para evitar el escarnio público o que sean vistos como figuras de la farándula política; algunos guardaron silencio cómplice cuando el socialismo del siglo XXI destruía la mente de los más débiles y se llevaban el santo y la limosna.

El país exige una auténtica democracia, libertad e igualdad, defensa del Estado de derecho, seguridad jurídica, respeto a los derechos humanos, libre mercado como el mecanismo más eficiente para la concesión de recursos; así como, terminar con los protegidos del descalabro económico del país y las bandas paramilitares que propagan el vandalismo. La convergencia de valores, ideas y principios obligan a pensar en una nueva realidad para el Ecuador.

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