Una verdad incómoda

MA. ALEJANDRA SALAZAR MURRIETA

Luego de 11 días de protestas se podría pensar que estamos viendo cómo de a poco se retoma la calma. Y, digo de a poco, porque en nuestro fuero interno aún nos hacemos muchas preguntas respecto a qué realmente pasó. Vimos cómo de pronto hubo un descenso a la decadencia, lo impensable, lo inadmisible.

No digo que nunca nadie haya pensado en hacer un reclamo, pues, probablemente todos o algunos en ciertos momentos nos hemos sentido invadidos de expresar nuestro malestar ante una situación que pensamos no es conveniente. Pero así como nació ese malestar hemos retrocedido y analizado que existen formas de elevar un reclamo. Destruir todo a nuestro paso en aras de demostrar ira, no es lo acertado.

Debemos tener en cuenta que hay un odio sembrado, que fue alimentado en el gobierno anterior hacia todo aquel que pudiese representar holgura económica. Este odio se regó y cultivó en cada espacio donde se sabía que podía germinar su semilla. Nada tiene que ver si fue en la sierra o en la costa, ha crecido y es ahora cuando empezamos a ver sus frutos.

Quienes han tenido la oportunidad de ver la película ‘El Joker’, posiblemente pueden darse cuenta de que hay llamados de auxilio que la sociedad en su conjunto se niega a ver. En este sentido quiero destacar la actuación de dos ciudades, de diferentes regiones, Quito y Guayaquil. Podrán decir que en ambos lugares ocurrió lo mismo. Pero son casos aislados y distantes.

Les explico, en Quito quienes destruyeron todo fueron foráneos que llegaron como consigna clara, destruir, y a través de estos actos hacer caer al gobierno. En Guayaquil no fue así. Habitantes de sectores deprimidos vieron la oportunidad de generar zozobra y sembrar pánico y no dudaron en actuar, porque posiblemente se sienten excluidos de esa sociedad.

[email protected]

MA. ALEJANDRA SALAZAR MURRIETA

Luego de 11 días de protestas se podría pensar que estamos viendo cómo de a poco se retoma la calma. Y, digo de a poco, porque en nuestro fuero interno aún nos hacemos muchas preguntas respecto a qué realmente pasó. Vimos cómo de pronto hubo un descenso a la decadencia, lo impensable, lo inadmisible.

No digo que nunca nadie haya pensado en hacer un reclamo, pues, probablemente todos o algunos en ciertos momentos nos hemos sentido invadidos de expresar nuestro malestar ante una situación que pensamos no es conveniente. Pero así como nació ese malestar hemos retrocedido y analizado que existen formas de elevar un reclamo. Destruir todo a nuestro paso en aras de demostrar ira, no es lo acertado.

Debemos tener en cuenta que hay un odio sembrado, que fue alimentado en el gobierno anterior hacia todo aquel que pudiese representar holgura económica. Este odio se regó y cultivó en cada espacio donde se sabía que podía germinar su semilla. Nada tiene que ver si fue en la sierra o en la costa, ha crecido y es ahora cuando empezamos a ver sus frutos.

Quienes han tenido la oportunidad de ver la película ‘El Joker’, posiblemente pueden darse cuenta de que hay llamados de auxilio que la sociedad en su conjunto se niega a ver. En este sentido quiero destacar la actuación de dos ciudades, de diferentes regiones, Quito y Guayaquil. Podrán decir que en ambos lugares ocurrió lo mismo. Pero son casos aislados y distantes.

Les explico, en Quito quienes destruyeron todo fueron foráneos que llegaron como consigna clara, destruir, y a través de estos actos hacer caer al gobierno. En Guayaquil no fue así. Habitantes de sectores deprimidos vieron la oportunidad de generar zozobra y sembrar pánico y no dudaron en actuar, porque posiblemente se sienten excluidos de esa sociedad.

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MA. ALEJANDRA SALAZAR MURRIETA

Luego de 11 días de protestas se podría pensar que estamos viendo cómo de a poco se retoma la calma. Y, digo de a poco, porque en nuestro fuero interno aún nos hacemos muchas preguntas respecto a qué realmente pasó. Vimos cómo de pronto hubo un descenso a la decadencia, lo impensable, lo inadmisible.

No digo que nunca nadie haya pensado en hacer un reclamo, pues, probablemente todos o algunos en ciertos momentos nos hemos sentido invadidos de expresar nuestro malestar ante una situación que pensamos no es conveniente. Pero así como nació ese malestar hemos retrocedido y analizado que existen formas de elevar un reclamo. Destruir todo a nuestro paso en aras de demostrar ira, no es lo acertado.

Debemos tener en cuenta que hay un odio sembrado, que fue alimentado en el gobierno anterior hacia todo aquel que pudiese representar holgura económica. Este odio se regó y cultivó en cada espacio donde se sabía que podía germinar su semilla. Nada tiene que ver si fue en la sierra o en la costa, ha crecido y es ahora cuando empezamos a ver sus frutos.

Quienes han tenido la oportunidad de ver la película ‘El Joker’, posiblemente pueden darse cuenta de que hay llamados de auxilio que la sociedad en su conjunto se niega a ver. En este sentido quiero destacar la actuación de dos ciudades, de diferentes regiones, Quito y Guayaquil. Podrán decir que en ambos lugares ocurrió lo mismo. Pero son casos aislados y distantes.

Les explico, en Quito quienes destruyeron todo fueron foráneos que llegaron como consigna clara, destruir, y a través de estos actos hacer caer al gobierno. En Guayaquil no fue así. Habitantes de sectores deprimidos vieron la oportunidad de generar zozobra y sembrar pánico y no dudaron en actuar, porque posiblemente se sienten excluidos de esa sociedad.

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MA. ALEJANDRA SALAZAR MURRIETA

Luego de 11 días de protestas se podría pensar que estamos viendo cómo de a poco se retoma la calma. Y, digo de a poco, porque en nuestro fuero interno aún nos hacemos muchas preguntas respecto a qué realmente pasó. Vimos cómo de pronto hubo un descenso a la decadencia, lo impensable, lo inadmisible.

No digo que nunca nadie haya pensado en hacer un reclamo, pues, probablemente todos o algunos en ciertos momentos nos hemos sentido invadidos de expresar nuestro malestar ante una situación que pensamos no es conveniente. Pero así como nació ese malestar hemos retrocedido y analizado que existen formas de elevar un reclamo. Destruir todo a nuestro paso en aras de demostrar ira, no es lo acertado.

Debemos tener en cuenta que hay un odio sembrado, que fue alimentado en el gobierno anterior hacia todo aquel que pudiese representar holgura económica. Este odio se regó y cultivó en cada espacio donde se sabía que podía germinar su semilla. Nada tiene que ver si fue en la sierra o en la costa, ha crecido y es ahora cuando empezamos a ver sus frutos.

Quienes han tenido la oportunidad de ver la película ‘El Joker’, posiblemente pueden darse cuenta de que hay llamados de auxilio que la sociedad en su conjunto se niega a ver. En este sentido quiero destacar la actuación de dos ciudades, de diferentes regiones, Quito y Guayaquil. Podrán decir que en ambos lugares ocurrió lo mismo. Pero son casos aislados y distantes.

Les explico, en Quito quienes destruyeron todo fueron foráneos que llegaron como consigna clara, destruir, y a través de estos actos hacer caer al gobierno. En Guayaquil no fue así. Habitantes de sectores deprimidos vieron la oportunidad de generar zozobra y sembrar pánico y no dudaron en actuar, porque posiblemente se sienten excluidos de esa sociedad.

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