Diálogo, convulsión intransigencia

CARLOS CONCHA JIJÓN

Con todo derecho el sector indígena inició una protesta, que se la llamó un paro indefinido hasta que el Gobierno atienda sus aspiraciones, pero lo que parecía aparentemente simple de satisfacer por parte del Gobierno, resultó como una espinita en el ojo, que pasó de leve brisa a tormenta, llegando a degenerar en una real batalla, que ha llegado al irrespeto mutuo entre las fuerzas del orden y el sector indígena.

El país está atravesando por un momento grave en su economía, que obligó al Gobierno efectivizar un programa económico de salvación, al cual se opuso el sector indígena, exigiendo de manera inmediata se le de baja, para entrar a dialogar sobre otras demandas, que satisfagan al sector, pero los desacuerdos y la intransigencia de ambos actores determinó, la confrontación en las calles, ocasionando, paralización del comercio, transporte, turismo, desabastecimiento de alimentos, atentado a campos petroleros, toma de instituciones, etc. y especialmente el malestar a la mayoría del pueblo ecuatoriano.

Esta situación de crisis reinante en el país, está rebasando los límites de la tolerancia, recordando, que los derechos de unos terminan, cuando empiezan los derechos de otros, que tenemos un orden constitucional, bajo un poder constituido, que el gobierno es el garante del orden, la paz y la tranquilidad de sus gobernados y que no existe una organización legítima que esté fuera del orden jurídico del estado ecuatoriano.

Es necesario recordar que después de diez años del gobierno correísta, el país quedó hipotecado por préstamos con intereses elevados y a corto plazo y que el Gobierno está tratando de equilibrar la economía con nuevos préstamos y a toda costa mantener el dólar, como moneda fuerte. Debemos insistir en la sensatez, que si la convulsión voluntaria o involuntaria derivada de las acciones de otros llega a producir lesiones graves, serán responsables los gestores de esas acciones.

[email protected]

CARLOS CONCHA JIJÓN

Con todo derecho el sector indígena inició una protesta, que se la llamó un paro indefinido hasta que el Gobierno atienda sus aspiraciones, pero lo que parecía aparentemente simple de satisfacer por parte del Gobierno, resultó como una espinita en el ojo, que pasó de leve brisa a tormenta, llegando a degenerar en una real batalla, que ha llegado al irrespeto mutuo entre las fuerzas del orden y el sector indígena.

El país está atravesando por un momento grave en su economía, que obligó al Gobierno efectivizar un programa económico de salvación, al cual se opuso el sector indígena, exigiendo de manera inmediata se le de baja, para entrar a dialogar sobre otras demandas, que satisfagan al sector, pero los desacuerdos y la intransigencia de ambos actores determinó, la confrontación en las calles, ocasionando, paralización del comercio, transporte, turismo, desabastecimiento de alimentos, atentado a campos petroleros, toma de instituciones, etc. y especialmente el malestar a la mayoría del pueblo ecuatoriano.

Esta situación de crisis reinante en el país, está rebasando los límites de la tolerancia, recordando, que los derechos de unos terminan, cuando empiezan los derechos de otros, que tenemos un orden constitucional, bajo un poder constituido, que el gobierno es el garante del orden, la paz y la tranquilidad de sus gobernados y que no existe una organización legítima que esté fuera del orden jurídico del estado ecuatoriano.

Es necesario recordar que después de diez años del gobierno correísta, el país quedó hipotecado por préstamos con intereses elevados y a corto plazo y que el Gobierno está tratando de equilibrar la economía con nuevos préstamos y a toda costa mantener el dólar, como moneda fuerte. Debemos insistir en la sensatez, que si la convulsión voluntaria o involuntaria derivada de las acciones de otros llega a producir lesiones graves, serán responsables los gestores de esas acciones.

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Con todo derecho el sector indígena inició una protesta, que se la llamó un paro indefinido hasta que el Gobierno atienda sus aspiraciones, pero lo que parecía aparentemente simple de satisfacer por parte del Gobierno, resultó como una espinita en el ojo, que pasó de leve brisa a tormenta, llegando a degenerar en una real batalla, que ha llegado al irrespeto mutuo entre las fuerzas del orden y el sector indígena.

El país está atravesando por un momento grave en su economía, que obligó al Gobierno efectivizar un programa económico de salvación, al cual se opuso el sector indígena, exigiendo de manera inmediata se le de baja, para entrar a dialogar sobre otras demandas, que satisfagan al sector, pero los desacuerdos y la intransigencia de ambos actores determinó, la confrontación en las calles, ocasionando, paralización del comercio, transporte, turismo, desabastecimiento de alimentos, atentado a campos petroleros, toma de instituciones, etc. y especialmente el malestar a la mayoría del pueblo ecuatoriano.

Esta situación de crisis reinante en el país, está rebasando los límites de la tolerancia, recordando, que los derechos de unos terminan, cuando empiezan los derechos de otros, que tenemos un orden constitucional, bajo un poder constituido, que el gobierno es el garante del orden, la paz y la tranquilidad de sus gobernados y que no existe una organización legítima que esté fuera del orden jurídico del estado ecuatoriano.

Es necesario recordar que después de diez años del gobierno correísta, el país quedó hipotecado por préstamos con intereses elevados y a corto plazo y que el Gobierno está tratando de equilibrar la economía con nuevos préstamos y a toda costa mantener el dólar, como moneda fuerte. Debemos insistir en la sensatez, que si la convulsión voluntaria o involuntaria derivada de las acciones de otros llega a producir lesiones graves, serán responsables los gestores de esas acciones.

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Con todo derecho el sector indígena inició una protesta, que se la llamó un paro indefinido hasta que el Gobierno atienda sus aspiraciones, pero lo que parecía aparentemente simple de satisfacer por parte del Gobierno, resultó como una espinita en el ojo, que pasó de leve brisa a tormenta, llegando a degenerar en una real batalla, que ha llegado al irrespeto mutuo entre las fuerzas del orden y el sector indígena.

El país está atravesando por un momento grave en su economía, que obligó al Gobierno efectivizar un programa económico de salvación, al cual se opuso el sector indígena, exigiendo de manera inmediata se le de baja, para entrar a dialogar sobre otras demandas, que satisfagan al sector, pero los desacuerdos y la intransigencia de ambos actores determinó, la confrontación en las calles, ocasionando, paralización del comercio, transporte, turismo, desabastecimiento de alimentos, atentado a campos petroleros, toma de instituciones, etc. y especialmente el malestar a la mayoría del pueblo ecuatoriano.

Esta situación de crisis reinante en el país, está rebasando los límites de la tolerancia, recordando, que los derechos de unos terminan, cuando empiezan los derechos de otros, que tenemos un orden constitucional, bajo un poder constituido, que el gobierno es el garante del orden, la paz y la tranquilidad de sus gobernados y que no existe una organización legítima que esté fuera del orden jurídico del estado ecuatoriano.

Es necesario recordar que después de diez años del gobierno correísta, el país quedó hipotecado por préstamos con intereses elevados y a corto plazo y que el Gobierno está tratando de equilibrar la economía con nuevos préstamos y a toda costa mantener el dólar, como moneda fuerte. Debemos insistir en la sensatez, que si la convulsión voluntaria o involuntaria derivada de las acciones de otros llega a producir lesiones graves, serán responsables los gestores de esas acciones.

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