Hospital Delfina Torres de Concha

LUIS LÓPEZ ESTUPIÑÁN

Por razones de salud apremiante, tuve que llegar al hospital regional del sur ‘Delfina Torres de Concha’, para recibir atención médica especializada, que para comentar, primero, indicarles que el hospital con infraestructura física es de primera calidad, que a mi entender, no le pide favor a otros mejores del mundo. Con una higiene realmente envidiable. Ascensores modernos, equipos modernos, ¡realmente todo es de primera clase!

Pero vamos a lo esencial. ¿Qué tal la atención medica? y ¿Qué tal la atención profesional? Yo expreso que óptima, gran calidad médica, gran percepción académica y un exquisito trato para los pacientes. Destaco la brillante academización y profesionalización de la señora Dra. Flor Jaramillo, profesional con gran carisma y gran personalidad y, sobre todo, con conocimientos científicos sobre lo que es el tratamiento de una enfermedad catastrófica como la que tuve yo: leucemia.

Gracias a Dios esta enfermedad que comenzaba recién, no había sido crónica y tuvieron cómo atacarla y esperamos vencerla definitivamente. Debo destacar que el hospital Carlos Andrade Marín de Quito, a través de su departamento de Hematología, nos proporcionó noventa cápsulas de un medicamento especial, ‘Veneno’ para atacar a las células afectadas. En esa lucha estamos y creo que venceremos.

Expreso mi agradecimiento a toda mi familia, a todos mis amigos dentro y fuera del país. Voz de aliento y estímulo. A personas amigas como Pablo Zatizábal y su señora, en los Estados Unidos; al Arq. Quintero, al Dr. Estupiñán, al Dr. Saavedra. A familiares que viven también en el exterior, a los grupos de oración religiosos de la iglesia, entre ellas destaco a la señora Gladys de Herkt y a mis cuñadas Isabel y Florcita de López.

A mis hermanos queridos Walter y Oswaldo, a los miembros de Aneta, a mis hijos especialmente a Heydi y Luis Alberto. Añado a doña América Contreras. Capítulo aparte merece mi señora esposa Dagny Pico Morales, la más grande sacrificada y mi profunda admiración hacia la grandiosidad de Dios.

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