Odebrecht, cascada de corrupción

CARLOS CONCHA JIJÓN

Las declaraciones de Santos, Pamela y Laura son más que pistas como elementos de juicio, confirmando de lo que ya se sabía en el país por la prensa nacional y la riada de una infinidad de comentarios dentro de la colectividad ecuatoriana.

El agua de una cascada, desde las más altas esferas del gobierno en el correato, se transformó en dinero a raudales, para invertir en las campañas electorales presidenciales, seccionales, sabatinas etc., determinando las figuras de soborno y otros deslices más, castigados por la justicia. Aquí apareció el apetito voraz para entregarse en acciones delictivas, seducidos por Odebrecht, configurando la pareja ideal para delinquir, acicateados por el dinero aparentemente fácil, porque se daba una especie de negociación camuflada fuera de la Ley y entre sombras. La cascada de corruptela dio sus frutos y los dólares de Odebrecht enloquecieron a los máximos dirigentes de la llamada revolución, que fogosos de emoción danzaron con la música de un contubernio en una fanfarronada delictiva.

El director de la orquesta sinfónica de la corrupción muy suelto de huesos defendió a Odebrecht en un momento determinado y condenó a la prensa, aseverando, además, que esta empresa seguiría en el país, determinación que era lógico pensar que esa cascada de dólares les era y sería útil en sus tramas politiqueras, momento supremo en el cual se convirtió en abogado del diablo para lograr sus fines propuestos.

Hoy estamos confirmando una manifestación popular, que expresa de manera terminante que: “Con la plata baila el diablo”, pensamiento que clarifica lo que pasó en el correato, cuando la conciencia y la dignidad de las máximas autoridades, que actuaron como dirigentes, fue cubierta por oscuros nubarrones de impudicia, llevándolos a un ejercicio condenable de inmoralidad.

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