Ni concesión ni delegación

JOFFRE DAZA QUIÑÓNEZ

Se plantea, por parte del Gobierno Nacional, entregar en delegación las mejores empresas estatales, algunas que se encuentran funcionando con toda su capacidad al ciento por ciento y con buen rendimiento económico para el Estado.

Para comprender mejor el tema, revisemos la experiencia de Bolivia, donde Evo Morales, apenas llegó al poder, revisó los contratos petroleros y mineros de toda naturaleza, llamó a las compañías extranjeras y les planteó con franqueza, pero con contundencia, que aquellos contratos firmados con extremas ventajas, que perjudicaba al Estado; que, además, esas empresas extranjeras como Texaco y otras, no habían pagado los impuestos, con perjuicios económicos en miles de millones de dólares.

En esas circunstancias, anuló los contratos con todas las empresas extranjeras, a sabiendas que corrían el riesgo de ser demandado; pero también sabía de la posibilidad de ganar los juicios internacionales, en virtud de los graves perjuicios causados, en dichos contratos leoninos y las ilegalidades. Esto obligó a todas las empresas extranjeras a aceptar la nueva política planteada y ejecutada por el Gobierno boliviano, se cambió la fórmula de concesiones a la fórmula de compra de servicios.

Es decir, el Gobierno hace de contratante y las empresas extranjeras de contratista, quienes venden servicios de exploración y extracción de pozos petroleros, con un reparto de utilidades 80, 20 esto 80 por ciento a favor de Bolivia y 20 por ciento a favor de las empresas extranjera, como de todas maneras es un buen negocio, todas las empresas petroleras y mineras se quedaron y algunas regresaron a Bolivia.

Sigamos este ejemplo, no a las concesiones ni delegaciones de nuestras empresas, en su defecto contratemos servicios con un pago porcentual que no pase del 20 por ciento a favor de las empresas, quedándole el 80 por ciento de las utilidades para el Estado ecuatoriano. ¡Basta de regalar nuestros activos!

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